Dr. Luis Kowensky

Investigación en Psicología

LÓGICA y MATEMÁTICA

En este mundo convulsionado en el que hoy vivimos, donde a la vuelta de una esquina nos espera un hecho violento o, donde en tiempo real en la pantalla de T.V., observamos como el ser humano realiza su raro privilegio de que el peor enemigo es el de la propia especie, nos podemos preguntar nuevamente como lo hizo Juanito: ¿para que sirve un padre?.

Y es cierto que allí, en el padre, hay una crisis. Un padre tiene función de impactar, e-pater dice Lacan. Y los padres ya no impactan, ya no asombran, no marcan. Es la función decisiva del padre. Si el padre no impacta en la familia habrá otros que impactarán.

Freud lo plantea con la existencia del padre de la horda primitiva, uno no afectado por la castración y que por lo tanto no desea. Es necesaria su existencia para que a partir de él se instale la historia del mito de Edipo.

Porque no hablo del padre legislador, que para muestra nos basta el padre de Schreber, y que además no es el tema al que quiero apuntar. La juventud no confía en los políticos sostenía una nota que acompañaba una encuesta en tal sentido, y continuaba, esto es muy peligroso. Lo que no quedaba claro era quien corría peligro, si la juventud o los políticos.

En todo caso esto es una consecuencia, del tema que quiero plantear. Es que se trata de un acto fundante y para ello el padre debe impactar en la familia. Es el Edipo. Si el padre no impacta ya vemos en la portada de cualquier diario, que siempre hay alguien que se encarga de impactar en la prole. Allí podría, en forma de paráfrasis, decir: El padre o Peor. Y LO PEOR VA MOSTRANDO SU PERFIL SINIESTRO.

Yo pienso un correlato lógico matemático posible de esta función padre.

Voy a recorrer un espacio del pensamiento psicoanalítico, para entramar una lógica que permita la relectura de algunos conceptos. Elijo la repetición la identificación y la interpretación para señalar donde funciona el padre.

Los invito a que repasemos esquemáticamente algunas conceptualizaciones.

En el Proyecto Freud habla de la experiencia de dolor y de la experiencia de satisfacción. Por el lado de la experiencia de dolor, la huella mnémica del objeto hostil lleva a la descarga, en tanto se produce un aumento de displacer tal que rebalsa el tope del dolor.

Luego, en la experiencia de dolor tenemos un aumento de cantidad que también tenemos en la experiencia de satisfacción.

En la experiencia de dolor el aumento de cantidad se transforma en un resto que es afecto-dolor. En la experiencia de satisfacción el aumento de cantidad da lugar al deseo.

Del lado del deseo, se inviste la imagen y se abre de esta manera el camino representacional. Del lado de la experiencia de dolor la descarga por el exceso de displacer lleva a la imposibilidad de encadenamiento simbólico. El dolor es indecible, es un imposible lógico.

Si seguimos la experiencia de satisfacción, y ya abierto el camino representacional, se instala la búsqueda de signos de la presencia del Otro inolvidable, objeto perdido inalcanzable, pero que sostiene la búsqueda imposible. El Objeto existe, se halla siempre por delante. Este juicio de existencia es secundario al juicio de atribución y tras sus signos se abre el camino de la repetición.

Tendríamos así delineados bajo la categoría de inconsciente dos universos: el de la huella representacional y el de la imposibilidad de representación. Adquieren así categoría de inconsciente las inscripciones simbólicas al mismo tiempo que se genera un agujero, de un cerrado irrepresentable (urverdrangt), que plantea un problema de frontera, de borde, que el psicoanálisis pretende delimitar

1) La Repetición.

Como hemos recordado anteriormente, la repetición surge ante la presencia del objeto imposible de inscribir, Das Ding, La Cosa.

Gottlob Frege lógico matemático que escribió sus trabajos mas salientes en 1873 y 1878, hace del número algo autónomo de la experiencia y ajeno al influjo psicológico (entiéndase por psicológico lo imaginario). El se atiene a un sistema ternario constituido por el objeto, el concepto y el número. Simplifico su pensamiento aunque perdiendo rigurosidad y digo que el número es la extensión de un concepto. Logra así, separar el número de todo lo que sea perceptual. Utiliza el concepto equinumérico lo que correspondería a lo que en la teoría Cantoriana de los conjuntos es equipotencia o equivalencia.

Lo adecuado de esta afirmación se sostiene en la igualdad, en tanto igualdad: "son enunciados que expresan que algo se reconoce de nuevo".

Pero hemos de recordar que para ello recurre a la definición de igualdad e identidad de Leibniz: "Iguales o idénticas son las cosas que pueden reemplazarse una por otra, sin que se pierda la verdad". A este campo de lo idéntico, entonces lo asimila a la verdad.

Ahora bien: ¿que pasa si una cosa no puede ser sustituida por si misma?. Allí nos encontramos con un nuevo concepto "lo no idéntico a sí mismo". Este concepto, no subsume ningún objeto y le asigna el número cero. Este cero es desigual consigo mismo, pues es lo no idéntico consigo mismo, y esta falta de identidad es la del objeto imposible. Pero este cero se escribe, y esa escritura se hace con su trazo 0.

Tenemos hasta aquí, la falta de identidad del objeto imposible. Vale volver a recordar que Das Ding - La Cosa freudiana- es la presencia del objeto imposible, que el juicio de existencia la pone siempre por delante. El hambre de signos de La Cosa abre el camino de la repetición, o sea, la reedición de la satisfacción de la imposible y mítica primera vez. Allí esta la verdad, la verdad del objeto imposible, la verdad de que el objeto está en falta.

Yo diría, lo que subsume "lo no idéntico a si mismo" en Frege, sería equiparable a mi entender al objeto de la primer experiencia de satisfacción en Freud.

¿Pero como Frege llega al campo de la verdad de Leibniz si la verdad estaba determinada por lo igual o lo idéntico? Recordemos otra vez, el 0 es lo no idéntico consigo mismo.

Lo logra con el concepto "igual a cero" y a este le asigna el número 1.

Tenemos así dos 1: el 1 de lo idéntico a si mismo, y el 1 que subsume el 0. Ambos son verdad. Ambos cumplen la definición antes citada de Leibniz.

En la segunda situación entre el 0 y el 1 hay declinación de identidad. Es evidente, cero no se inscribe como 0 sino como 1.

También en la teoría de los conjuntos el primer conjunto es el conjunto vacío, el conjunto que no contiene ningún elemento. A este conjunto de 0 elementos, se lo denomina 1.

Por lo tanto en ambos casos el fracaso de la identidad sería el 0 que se inscribe como 1.

En todas estas lógicas hay un desnivel de identidad. Como ejemplo diré: cuando se ha inscripto el 1 ya del cero no se sabe nada. 1 no es mas que una inscripción inadecuada. El 0 queda indeterminado. El 1 encarna la relación del desnivel imposible. Pero he aquí que esta imposibilidad ha sido escrita señalando la existencia de la cual el 0 era portador, o sea la existencia de lo imposible. Es decir, hay escritura de esa imposibilidad, hay inscripción. El 0 se inscribe como 1.

De esta manera nos permite pensar lógicamente la manifestación de la repetición. La repetición es imposible en tanto imposible en la igualdad. Pero ella deviene posible por la repetición en la diferencia. El 0 se inscribe como 1. Este nuevo uno es la interpretación, porque el 1 inscribe la imposibilidad o sea interpreta que el 0 no subsume ningún elemento.

2) La identificación.

Wittgenstein sostiene "a" es "a". Para el psicoanálisis no tiene sentido, no hay identidad posible solo existe identificación. En la experiencia mas simple de identificación debemos diferenciar lo que corresponde al modelo de lo que se inscribe como registro. El ejemplo de ello es el Einziger Zug. Algo insiste a través de ein einziger zug , un único rasgo. Un rasgo "parcial y altamente limitado" escribe del objeto y designa la alteridad radical. La primer "a" no es la segunda, hay diferencia entre modelo y registro. Diríamos, hay declinación de identidad.

Pero he aquí un problema: ¿Cómo llegar a ese primer rasgo?.-

Freud resuelve con una escritura mítica, lo imposible de ser escrito por la obvia razón de hallarse fuera del simbolismo, que es la existencia de un humano que no está afectado por el falo. Es claro que esta inscripción del Uno ya proviene del orden simbólico, lo que permite hablar de invención. Es a partir de él, el Padre Totémico, y por la inscripción del Einziger Zug, que se organiza el conjunto de los hombres.

Si bien la relación de identificación no evita referirse a una relación imaginaria que la experiencia soporta, "la relación al cuerpo"; no hay identificación sino en el lenguaje y es una relación sincrónica y de pura diferencia. Y es en esta pura diferencia que se inscribe el padre en tanto, si por la relación a la imagen del cuerpo "como el has de ser", en relación al significante "como el no has de ser". No me parece atrevido decir que el padre es la pura diferencia, y que la plena paternidad es el significante puro. Puede ser la de Dios.

Platón en el Parménides formula la temática del Uno y el Ser.

Podemos pensar el Uno como el padre de la horda primitiva, y el Ser, en tanto ser uno, como la apetencia narcisista imposible de infinito e inmortalidad que empuja al discurso. Porque hablar es hablar del Ser. En síntesis, el espejismo del Ser encubre en Narciso la verdad que es la muerte.

En este punto el padre impacta con el no que entonces deja: ¡que desear!.

Fue necesaria la excepción en el padre de la horda primitiva para que se inscriba la norma.

El 1 inscribe la pura diferencia, el desnivel imposible. Entre 0 y 1 ya hay algo que cuenta. Pero fué necesario para Frege inscribir esta diferencia.

En Psicoanálisis la excepción, es necesario que sea escrita, y se escribe como uno que dice no a la castración. El es el límite para el hombre, y en tanto límite, en tanto borde su no, le asegura a la serie macho un goce posible. Y también ese Todo le es necesario a la mujer para su goce.

3)La Interpretación.

Nos encontramos entre dos imposibles representacionales el del 0 de la partida y el del infinito al que Cantor dio existencia axiomática en el infinito actual (À o).

Este infinito actual es el Uno. La completud narcisista tiende a este Uno, que solo existe, como hemos visto, como límite de toda inscripción posible. La ruptura de este Uno, si se quiere de este conjunto Uno, por lo tanto, se iguala a la ruptura del Narcisismo. Se produce la dispersión del Todo y adviene la repetición que pretende un nuevo Todo. Pero si la imposibilidad de la repetición puede repetirse como lo hemos visto anteriormente, la imposibilidad de la totalización no puede totalizarse. Ese Uno es solo límite.

Un buen ejemplo en la clínica psicoanalítica nos lo regala Freud. Es la irrupción de una formación inconsciente, que por lo tanto estaba ausente de la escena, que rompe una totalización narcisista.

Recordemos brevemente el sueño, en el que su paciente afirmaba la ausencia de toda realización de deseo. Freud quiebra la pregnancia narcisística con su interpretación señalando que el deseo de la paciente estaba precisamente en que su sueño no experimentaba ningún deseo.

Podemos decir: 0 de deseo. Pero, si bien el deseo es metonímico, ese 0 está inscripto en un sueño, hay un decir de el. Ese 0 de deseo está inscripto en un conjunto más vasto. Este conjunto es el de una compleja trama simbólica, la del relato del sueño, que le aporta un entorno de significantes con el que pretende expresarse el deseo. Para ser simple, el sueño está soportado por un deseo, deseo que en tanto soporte, esta ausente del relato del sueño. Es función de la interpretación hacer surgir ese uno, que inscriba, lo que estaba en estado potencial en el 0. Se desprende que ese 1 sanciona la falta y enuncia la verdad del deseo. En este caso "Deseo de un sueño sin deseo". Lo que equivale a decir en la línea que seguimos: "Hay padre". Si el padre es la pura diferencia, esto es decir "no" a la completud. Es decirle "hay uno que te falta". HAY DESEO.