Categorías e instrumentos diagnósticos: la perspectiva freudiana (algoritmo David Liberman)

David Maldavsky

 

Resumen

            En primer lugar el autor examina críticamente las propuestas nosológicas de Kernberg y algunas tentativas de operacionalización derivadas de ellas. Formula tres tipos de interrogantes: 1) cuál es el sistema diagnóstico categorial, 2) cuáles son las variables centrales por operacionalizar, 3) cómo se las operacionaliza. Luego se refiere a la tensión entre la necesidad de establecer un diagnóstico y la tendencia a poner de relieve la singularidad del caso. El autor propone partir del ejemplo de Freud, quien resolvió el problema apelando a la hipótesis de las corrientes psíquicas coexistentes, cada una de las cuales puede expresarse como una defensa específica.

A continuación el autor propone un sistema categorial que toma como eje la articulación entre estructuras (con sus correspondientes subtipos) y defensas especificas. Propone una diferenciación más fina entre las defensas opuestas al deseo y las opuestas a la realidad y la ley. Para diferenciar entre los subtipos de cada estructura, el autor propone tomar en cuenta la teoría de las fijaciones pulsionales, que examina, discute y articula con la categorización nosológica. Por fin, el autor propone un método de investigación del discurso, al que denominó algoritmo David Liberman (ADL). El método está diseñado para detectar las erogeneidades y las defensas operantes en el discurso, en tres niveles: palabra, frase y relato, y permite realizar análisis finos y detallados de la singularidad del caso y al mismo tiempo hace posible el establecimiento de un diagnóstico psicoanalítico.

 

Palabras clave

fijación pulsional - defensa - corrientes psíquicas - preconciente -investigación sistemática del lenguaje

 

Summary

In first place, the author examines critically Kernberg’s nosological proposals and some tentative of operacionalization derivates from them. He formulates three kinds of questions: 1) which is the categorical diagnostic system, 2) what are the main variables to operacionalizate, 3) how to operationalize them. After he refers to the tension between the need to make a diagnostic and the tendency to put the accent on the singularity of the case. The author propose to begin from Freud’s example, who solve the problem taking in account the hypothesis of coexistent psychic trends, each one expressed as a specific defense.

The author propose a categorial system that is used as articulator between structures (with its corespondent subtypes) and specific defenses. He proposes a finner differentiation between defenses opposed to the desire and defenses opposed to the reality and the law. To differenciate between the subtypes of each structure, the author proposes to consider the theory of drive fixations. He examinates, discusses and articulates with the nosological categorization. Finally, the author proposes a research method to investigate the discourse, that he named David Liberman algorithm (DLA). The method is designed to detect the erogeneicities and the defenses operating in the speech, in three levels: word, phrase, narration, and allows to make fine and detailed analysis in the singularity of the case and, at the same time, makes possible a psychoanalytical diagnose.

 

Key words

drive fixation - defense - psychic trends - preconscious - systematic research of the speech

 

Presentación

Las investigaciones diagnósticas con un enfoque psicoanalítico han quedado algo rezagadas respecto de otros desarrollos, como los estudios clínicos o técnicos o como las propuestas que sobre el tema del diagnóstico mismo se expusieron en el campo de la psiquiatría. No existe unanimidad sobre la categorización de las estructuras y sobre los rasgos definitorios de cada una de ellas. Tampoco existen acuerdos acerca de la forma de resolver el conflicto entre la tendencia a investigar la singularidad de un caso y la tendencia a encuadrarlo en categorías más amplias. Igualmente, no es frecuente la reseña crítica de algunas propuestas diagnósticas en psicoanálisis, y mucho menos lo es la tentativa de operacionalización de las categorizaciones psicopatológicas poniendo el acento en la investigación del discurso del paciente. Nos ubicamos, pues, en un terreno con muchas imprecisiones, bajo grado de sistematización y pocos antecedentes. Procuraremos encarar los diferentes temas antes enunciados, todo ello de una manera algo apretada, en buena medida porque la mayoría de los conceptos aquí expuestos se hallan elaborados en otros de mis textos publicados a lo largo de casi 30 años.

 

Tentativas de operacionalización y de categorización diagnóstica: enfoque crítico

Buena parte de los avances en cuanto al desarrollo de instrumentos sistemáticos de diagnóstico desde la perspectiva psicoanalítica derivan de las diferentes operacionalizaciones de las categorizaciones psicopatológicas de Kernberg (1984, 1996). Muchos de estos instrumentos están en pleno desarrollo, con pruebas de validez y de confiabilidad que conducen a realizar rectificaciones parciales. El sistema categorial básico distingue entre cuatro alternativas: normalidad, neurosis, borderline y psicosis. A su vez, dentro de cada categoría central se proponen subtipos. Entre las neurosis, por ejemplo, se han incluido los subtipos de las depresiones masoquistas, las obsesivas compulsivas y las histerias. Cada uno de estos tipos y subtipos pueden diferenciarse según cuatro dimensiones: grado de difusión de la identidad, tipo de defensa, prueba de realidad y relaciones objetales.

            El sistema categorial de Kernberg requiere de algunos comentarios. Tal vez pueden equipararse sus descripciones de los borderline con las referidas a las caracteropatías narcisistas no psicóticas. Pero no hallamos en la propuesta de Kernberg nada equivalente a la entidad nosológica del tipo de las neurosis tóxicas y traumáticas. Igualmente, merece algunos reparos la propuesta de Kernberg sobre los subtipos ubicados dentro de cada categoría general. Para continuar con la referencia anterior a las neurosis, las depresiones masoquistas parecen ubicarse fuera de este grupo, e integrar más bien el de las caracteropatías narcisistas no psicóticas.

            También las dimensiones de análisis propuestas por Kernberg merecen algunos comentarios. Todas ellas pueden encuadrarse en la concepción freudiana de las corrientes psíquicas, las cuales constituyen orientaciones del yo ante la pulsión, la realidad y el superyó, con tipos específicos de identificación, de conexión con la realidad “objetiva” y de nexos intersubjetivos diferenciales. Pero también cada corriente psíquica implica un nexo diferente con el mundo de las pulsiones, aspecto que no está contemplado en la categorización de las dimensiones expuesta por Kernberg.

Por otra parte, entre estos cuatro componentes, el definitorio, desde le punto de vista dinámico, es la defensa. En efecto, cada defensa se caracteriza por una oposición a uno de los amos del yo (realidad, superyó, deseo). El objetivo de cada defensa consiste en mantener algún tipo de equilibrio narcisista, de sentimiento de sí, pero suele exigir un grado mayor o menor de fragmentación yoica e identificatoria. Igualmente, las defensas suelen aceptar o cuestionar los juicios objetivos, y consiguientemente pueden atacar o admitir la prueba de realidad. Por lo tanto, consideramos que estas dimensiones se reúnen en torno de la defensa como criterio central para la categorización diferencial de las estructuras clínicas.

Una vez examinados brevemente el sistema categorial y las dimensiones de análisis propuestas por Kernberg, podemos considerar algunas tentativas de operacionalización. Una de ellas, con una considerable sofisticación y las correspondientes pruebas de confiabilidad y validez, acaba de ser publicada (Hébert et al., 2003). Pese a que los mismos autores admiten ciertas limitaciones metodológicas, el trabajo contiene un notable avance en la investigación diagnóstica sistemática con una orientación psicoanalítica. Los autores del trabajo pretenden operacionalizar las cuatro dimensiones que Kernberg considera básicas para distinguir entre las estructuras clínicas. La operacionalización de cada una de las cuatro dimensiones contiene varios ítems. Respecto de las defensas, los autores se concentran en las primitivas y discriminan entre siete alternativas: escisión, idealización primitiva, identificación proyectiva, desmentida, representación omnipotente de sí, desautorización de los demás, control omnipotente. Tal pasaje desde la dimensión defensa hasta los ítems correspondientes puede ser analizado a su vez más finamente. En efecto, la representación omnipotente de sí, así como la desautorización del otro y el control omnipotente, pueden ser uno de los indicios de tales defensas primitivas; pero también lo son la caída de esta representación omnipotente de sí, y el predominio de una condición disfórica, de autodesvalorización. De hecho, la defensa así considerada es sobre todo la desmentida, que tiene como meta el rechazo de una realidad y al mismo tiempo el mantenimiento de una ilusión de omnipotencia. La escisión del yo parece un efecto de la desmentida, y la idealización  primitiva del otro o de sí mismo, así como el control omnipotente y la desautorización del otro, son expresiones del éxito de esta defensa. Por lo tanto, podríamos considerar que la defensa central es la desmentida, y que las restantes defensas incluidas en este grupo son derivadas, consecuencias o complementos de ellas. Además, llama la atención que no esté claramente descrita una defensa más radical que la desmentida: la desestimación de la realidad y de la instancia paterna, de gran eficacia en la producción de un proceso psicótico. En cambio, la desmentida está más bien en la base del desarrollo de una caracteropatía narcisista no psicótica.

Así, pues, nuestras observaciones conciernen a que 1) no todas las defensas ubicadas en el mismo grupo poseen la misma importancia en la dinámica de una estructura: alguna es central y otras complementarias, 2) falta incluir algunas de estas defensas complementarias, 3) falta diferenciar con mayor nitidez entre las defensas recién descritas y las que tienen eficacia en la producción de una estructura psicótica. Observaciones similares pueden extenderse a otros sectores de esta misma tentativa de operacionalización de las categorizaciones diagnósticas de Kernberg.

Una tentativa parcialmente diferente de operacionalización de las hipótesis psicoanalíticas de Kernberg fue realizada por el OPD Team (2001), un conjunto de investigadores alemanes que parten de las mismas hipótesis de base, pero que tienen una meta más abarcativa y ambiciosa. Los autores proponen un sistema de ejes que van desde un nivel más descriptivo hasta consideraciones estructurales, incluyendo también la investigación de las capacidades del paciente para aceptar, participar y beneficiarse de un tratamiento terapéutico. Los ejes considerados son 1) experiencias de la enfermedad y prerequisitos para el tratamiento, 2) relaciones interpersonales, 3) conflictos, 4) estructura, 5) desórdenes mentales y psicosomáticos.

El proyecto de los autores consiste en reunir niveles descriptivos y dinámicos (explicativos) que pueden dar cuenta además de las diferencias específicas. Toman en cuenta los factores biológicos y psicosociales, y no solo la dinámica intrapsíquica. Además, procuran no recurrir a términos teóricos, en especial cuando se refieren a las estructuras, alegando que tales términos han sido usados con significaciones diversas, no coincidentes. Tal circunstancia hace difícil formular comentarios y establecer correlaciones con otros enfoques. Pero no siempre los autores mantienen esta posición. La forma de categorizar la defensa es especialmente ilustrativa. Los autores la definen como la capacidad para mantener o restaurar el equilibrio en los conflictos internos o externos. Discriminan entre cuatro defensas alternativas: buena, moderada, baja y desintegrada. Pero al referirse a cada uno de estos cuatro tipos de defensas aluden a términos como represión, desplazamiento (entre las defensas “buenas”), formación reactiva, aislamiento (entre las “moderadas”), escisión, identificación proyectiva (entre las “bajas”) y desmentida psicótica y proyección psicótica (entre las “desintegradas”). Advertimos, pues, que resulta ineludible remitir a términos teóricos cuando se hace necesario deslindar entre los componentes nucleares diferenciales de las estructuras clínicas. Por otra parte, algunas de las observaciones que realizamos respecto del trabajo de Hébert et al. resultan válidas para este otro: falta una mayor discriminación entre defensas centrales y secundarias, existe poca claridad en cuanto a la diferenciación entre la defensa “moderada” y la “desintegrada”.

No es posible, en el marco de este trabajo, ampliar nuestro examen de las limitaciones y los méritos de otras propuestas de instrumentos para el diagnóstico psicológico con un enfoque psicoanalítico. Podemos concluir que se presentan tres problemas en que es necesario alcanzar claridad: 1) establecimiento de un sistema categorial psicopatológico, 2) propuesta de las variables centrales que requieren operacionalización (dimensiones, ejes), y que hacen de mediadores entre las categorías psicopatológicas y la diversidad de las manifestaciones, 3) operacionalización concreta de dichas variables.

 

Tensiones entre la singularidad del caso y el rótulo diagnóstico: las corrientes psíquicas

            Los trabajos comentados destacan también la importancia de respetar al mismo tiempo la visión clínica (que pone énfasis en el carácter único de cada caso) y las necesidades de agrupamiento, que, entre otros objetivos, pretende establecer el intercambio y la investigación en ámbitos más amplios. Existe una tensión teórica entre los modos de reflexionar sobre los hechos clínicos, sea una sesión, sea un historial extenso. Por un lado, las investigaciones suelen centrarse en considerar los cambios clínicos, las sutilezas de algunas identificaciones, los nexos entre las manifestaciones actuales y los conflictos nucleares, las vicisitudes de alguna defensa patógena. Por otro lado, las investigaciones pueden privilegiar los interrogantes diagnósticos, la tentativa de ubicar el caso en algunas categorías que permitan agruparlo con otros, establecer comparaciones, intercambiar con colegas en cuanto a la importancia de determinados problemas o de ciertos rasgos dinámicos (mecanismos defensivos, conflictos entre orientaciones contrapuestas). Rotulación y estudio detallado de las sutilezas de la dinámica psíquica no resultan fáciles de compatibilizar. El principal problema parece consistir en el hecho de que en un mismo paciente coexisten varias estructuras psicopatológicas. En una investigación clínica un analista puede llegar a la conclusión de que en un paciente se advierten rasgos obsesivos, histéricos y depresivos combinados; y la exigencia diagnóstica corre el riesgo de no reflejar estos hechos. Por ello algunos psicoanalistas pueden sentirse violentados a la hora de verse ante la exigencia de definir cuál es la organización psicopatológica del caso.

De hecho, cuando un psicoanalista investiga sobre la dinámica psíquica de u caso recurre también a categorías generales: fijación pulsional, defensa, resistencia, superyó, etc., pero estas no implican un agrupamiento del caso en una categoría nosográfica. Los esfuerzos para reunir la diversidad de observaciones detalladas sobre un caso en una organización coherente más abarcativa pueden advertirse en el análisis que Freud (1918b) realizó del caso del Hombre de los Lobos. Como se recordará, Freud sostuvo que en el paciente coexistían lado a lado varias corrientes psíquicas, todas ellas ligadas con el conflicto entre un deseo y el complejo de castración. Estas corrientes consistían en: 1) la aceptación de la realidad de la castración y la consecuente sofocación del deseo, 2) la desestimación de la castración y 3) una tercera alternativa, a la cual Freud (1927e) luego designaría como desmentida.

Freud continuó años más tarde exponiendo estas hipótesis. Sostuvo (Freud, 1927e, 1940e) que las corrientes psíquicas constituyen orientaciones alternativas para resolver el conflicto nuclear, entre los complejos de Edipo y de castración. Freud (1923b) partió de la teoría referida a la triple servidumbre del yo. Este es vasallo de la pulsión, de la realidad y del superyó. Entre estos tres amos del yo suelen presentarse conflictos, y cada corriente psíquica se diferencia por el modo en que aspira a resolverlo. Una corriente se ponen del lado del deseo edípico y contra los representantes psíquicos de la realidad y de los imperativos valorativos y legales; otra, por el contrario, se pone del lado de estas instancias contra los representantes psíquicos de la pulsión. Otra corriente se contrapone más específicamente a las instancias valorativas y críticas, sea que estas representan a la pulsión, sea que representan a la ley. Cuando estas orientaciones llegan al conflicto, se desarrollan las defensas correspondientes: represión, desmentida, desestimación de la realidad y de la instancia paterna, desestimación del afecto (Maldavsky, 1986, 1992, 1999, 2002a). Se trata de defensas centrales que constituyen la base de las estructuras clínicas, las cuales se complementan con otras defensas, secundarias a la principal. Así, pues, como Freud, consideramos que en un mismo paciente puede darse una coexistencia entre varias corrientes psíquicas, con un predominio relativo y transitorio (o duradero) de alguna de ellas, y consiguientemente de una defensa. Consideramos que este modo de concebir los hechos clínicos en términos diagnósticos es más afín con la investigación propia del psicoanálisis. Podemos distinguir, inclusive, los avances transitorios de una defensa como la desmentida o la desestimación, que finalmente, en el curso de una sesión, cede su hegemonía a otro mecanismo, que sofoca drásticamente el sector anímico que representa al empuje irrestricto de la pulsión. O, a la inversa, podemos advertir el éxito provisorio de la sofocación de un deseo que luego deja paso al predominio de la desestimación.

 

Categorización diferencial: la defensa

Nuestro sistema categorial posee una diferenciación entre la normalidad y cuatro grandes grupos de estructuras: 1) neurosis de transferencia, 2) caracteropatías narcisistas no psicóticas, 3) psicosis, 4) neurosis tóxicas y traumáticas. Cada uno de estos grupos contiene varios subtipos, y además subtipos de los subtipos (como las caracteropatías histéricas, fóbicas y obsesivas). Pero conviene, por ahora, restringirnos a las defensas centrales, las que son determinantes de una estructura en su carácter diferencial. En el grupo de las neurosis de transferencia tienen peso las defensas ante el deseo,  mientras que en las patologías restantes predominan las defensas ante la realidad (afectiva, perceptual) y la instancia paterna. Como ambos grupos de defensas posee varias subcategorias (algunas no necesariamente patógenas), es conveniente realizar algunos  deslindes.

He aquí el conjunto de subtipos clínicos que agrupamos en cada uno de los cuatro grandes bloques, con las defensas centrales prevalentes:

 

Cuadro I: Estructuras, subtipos y defensas

Estructuras

Neurosis de transferencia

Caracteropatías narcisistas no

psicóticas

Psicosis

Patologías tóxicas y traumáticas

Componentes

Histeria

de conversión

Histeria

de angustia

Neurosis obsesiva

Caracteropatía trasgresora o

perversa

Caracteropatía depresiva

Caracteropatía esquizoide

Paranoia

Melancolía

Esquizofrenia

Adicciones, afecciones psicosomáticas

Neurosis traumáticas

Defensa central

Represión

Desmentida

Desestimación de la realidad y de la instancia paterna

Desestimación del afecto

 

Podemos realizar algunas precisiones en cuanto a las diferencias entre las defensas patógenas centrales. Algunas de ellas se oponen a la realidad (afecto, percepción) y a los juicios, y otras al deseo. Comencemos con la consideración de las defensas patógenas opuestas a la realidad (afecto, percepción) y a los juicios (desmentida, desestimación). Estudiemos el panorama de este último tipo de defensa. La teoría de Freud (1905d, 1918b, 1927e, 1940e) y los desarrollos de autores posteriores condujeron a distinguir entre dos defensas parcialmente similares: la desmentida (Verleugnung) y la desestimación (Verwerfung). La primera tiene peso en las patologías narcisistas no psicóticas (pacientes esquizoides, depresivos, paranoides) y la segunda en las psicosis (esquizofrenias, melancolías, paranoias). Ambas defensas poseen en común una orientación: se oponen 1) a la realidad (percepciones y afectos), 2) a los representantes psíquicos de ellas, sobre todo a ciertos juicios objetivos (desarrollados por un sector del yo, el yo real definitivo), y 3) a ciertos juicios críticos dirigidos contra el yo (desarrollados por el superyó, como representante de la ley). Ambas defensas son propias del yo real primitivo o del yo placer purificado, opuesto al yo real definitivo y al superyó. Ambos mecanismos se oponen pues a la realidad y a la ley, y por este medio pretenden mantener el equilibrio narcisista, la autoestima (Selbstgefuhl). A diferencia de estas defensas, la represión se opone al deseo y opera en nombre de la realidad y la ley.

Pese a poseer los mismos objetivos, la desmentida y la desestimación disponen de procedimientos y recursos diferentes. El procedimiento de la desmentida para oponerse a la realidad y la ley consiste en refutar los juicios correspondientes, y los recursos consisten en desviar la atención y el interés hacia otros aspectos (como un fetiche), o hacia detalles de la realidad o del yo propio, en lugar de los centrales. El procedimiento de la desestimación para oponerse a la realidad y la ley consiste en atacar y aniquilar los fragmentos yoicos donde se originan dichos juicios, y los recursos consisten en el remplazo de una realidad por un producto puramente psíquico, como una alucinación. También la creatividad y la sublimación se oponen a percepciones y juicios, pero apelando a recursos que al mismo tiempo implican un reconocimiento de la realidad y sobre todo de la ley. En el humor, por ejemplo, puede darse un triunfo sobre la realidad displacentera inmediata gracias al amparo del superyó (Freud, 1927d). Se obtiene entonces un placer mitigado: no la risa sino una sonrisa. En la sublimación puede darse igualmente la ilusión de sustituir una realidad inmediata por un producto generado por la propia mente, al mismo tiempo que se respetan ciertas leyes, entre ellas las propias de la práctica (obra pictórica, por ejemplo) en cuestión.

 

Cuadro II. Similitudes y diferencias entre desmentida, desestimación, creatividad y sublimación

 

Defensa

Se opone a

Procedimiento

Recurso

Estructura clínica

Desmentida

(Verleugnung)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Percepción y/o afectos, juicios objetivos,

juicios críticos

contra el yo

Refutación del juicio objetivo y/o crítico

Extraído de la

realidad objetiva (p.e. fetichismo)

Caracteropatías narcisistas (esquizoides, depresivos, paranoides, sobreadaptadas)

Desestimación

(Verwerfung)

 

Abolición del yo

que formula el

juicio objetivo y/o crítico (yo real definitivo) o del yo sujeto del afecto (yo real primitivo)

Producido en el

yo mismo como sustituto de la realidad abolida

(p.e. alucinación o cuentas)

Psicosis (esquizofrenia, melancolía, paranoia y

perturbaciones

tóxicas y

traumáticas)

Creatividad

 

Regresión formal del Prec al funcionamiento Inc

Humor,

artes culinarias

---

Sublimación

 

Cambio de meta de la pulsión y

elevación del ideal

Obra con un valor cultural

---

 

Consideremos ahora el otro sector de las defensas, las opuestas al deseo. En este grupo es necesario diferenciar entre la represión por un lado y la sublimación y la creatividad (como en los chistes, por ejemplo). Como se advierte, la creatividad y la sublimación constituyen defensas ante el deseo y al mismo tiempo ante las percepciones y los juicios. Expongamos en primer lugar un enfoque panorámico de estas defensas. Todas ellas se oponen al deseo, pero con procedimientos diferentes. La represión le deniega a los representantes psíquicos inconcientes de la pulsión una traducción al preconciente, a la palabra. En lugar de lo sofocado, el yo real definitivo (que ejecuta la defensa) coloca un sustituto preconciente, usado como contrainvestidura. En la creación de esta contrainvestidura participan tanto ciertas fijaciones pulsionales cuanto ciertas defensas complementarias. La contrainvestidura, a su vez, es expresión del deseo y también de la tendencia sofocante, y algo similar ocurre con los mecanismos complementarios. En cuanto a la sublimación, le impone a la pulsión sexual un cambio de meta, la desexualiza, lo cual se combina con una elevación de los ideales, que imponen el desarrollo de manifestaciones con un valor social. Por fin, la creatividad permite alcanzar un placer (como la risa en los chistes) simultáneo con la producción de una manifestación; es decir, el preconciente no opera con la contrainvestidura del deseo sino que altera regresivamente su forma (no su contenido) para dar expresión a un deseo sin que al mismo tiempo se dé una elevación de los ideales; además, la búsqueda del placer (como la risa en los chistes) inmediato sustituye a la tentativa de reconocimiento por haber alcanzado logros sociales.

 

Cuadro III. Similitudes y diferencias entre represión, creatividad y sublimación

 

Defensa

Se opone a

Procedimiento

Recurso

Estructura clínica

Represión

 

 

 

 

 

Deseos

Desinvestidura Prec (que no

da cabida a

contenidos Inc)

y contrainvestidura Prec

Formación sustitutiva

Neurosis de

transferencia

Creatividad

 

Regresión formal del Prec al funcionamiento Inc

Chiste

---

Sublimación

 

Cambio de meta de la pulsión y

elevación del ideal

Obra con un valor cultural

---

 

En cuanto a las defensas funcionales, no patógenas, pueden ser las mismas que las patógenas, pero, a diferencia de estas, no implican una tendencia a detener o hacer retroceder una complejización psíquica creciente. En efecto, Freud (1927e) afirma que una defensa solo es patógena si perturba el refinamiento yoico o le impone una regresión.

 

Categorización diferencial: la fijación pulsional

Con lo expuesto hasta este punto pretendemos poner en evidencia la dimensión de la defensa como un aspecto central diferencial que permite investigar entre los grandes grupos de estructuras. Ahora intentaremos encarar la cuestión de cómo investigar los subtipos dentro de cada uno de estos grandes grupos, y, en consecuencia, cuál es la dimensión que nos puede orientar en la investigación diagnóstica correspondiente.

Cuando Freud (1916-1917) pretendió diferenciar entre varias estructuras clínicas que poseen una misma defensa en común apeló a otra hipótesis, la referida a la fijación pulsional. En las neurosis obsesivas, por ejemplo, predomina la fijación sádico anal secundaria, y en las histerias de conversión, la fijación fálico genital. He aquí el cuadro de conjunto que reúne estructuras clínicas, defensas y fijaciones pulsionales.

 

Cuadro IV: Estructuras, fijaciones pulsionales y defensas

 

Estructura

Histeria de

conversión

Histeria de angustia

Neurosis obsesiva

Caracteropatía

trasgresora

Caracteropatía depresiva

Caracteropatía esquizoide

Paranoia

Melancolía

Esquizofrenia

Patologías

tóxicas

y traumáticas

Erogeneidad

FG

FU

A2

A1

O2

O1

A1

O2

O1

LI

Defensa

Represión

Represión

Represión

Desmentida

Desmentida

Desmentida

Desestima-ción de la

realidad y

de la

instancia

paterna

Desestima-ción de

la realidad y de la

instancia paterna

Desestima-

ción de la realidad y de la instancia paterna

 

Desestima-ción

del afecto

 

Como se advierte, tomamos en consideración la teoría freudiana de las fases de la libido (Freud, 1933a), y agregamos al conjunto el erotismo intrasomático, al que Freud (1926d) alude de pasada al afirmar que en el recién nacido la libido se fija a órganos internos, sobre todo corazón y pulmones. He aquí la lista de las erogeneidades que pueden constituir puntos de fijación eficaces en la determinación de las estructuras clínicas: Libido intrasomática (LI), Oral primaria (O1), Sádico oral secundaria (O2), Sádico anal primaria (A1), Sádico anal secundaria (A2), Fálico uretral (FU) y Fálico genital (FG).

Vale la pena realizar algunos comentarios al respecto. Se ha criticado a este enfoque de las erogeneidades por poseer un carácter descriptivo. Sin embargo, para Freud (1940a) el desarrollo libidinal puede engarzarse con una meta: neutralizar con mayor vigor la tendencia a la inercia propia de la pulsión de muerte (Maldavsky, 1995a). Precisamente por ello una fijación libidinal a una trauma resta al conjunto de uno de los componentes de Eros; al contrario dicho componente separado del resto puede transformarse en la brecha que reintroduce el triunfo de la inercia en el seno de las pulsiones de vida (generalmente, por la vía del masoquismo). Otra objeción se refiere al inventario de dichas pulsiones. Se nos puede cuestionar por no incluir en él a la pulsión escópica o a la pulsión invocante, por ejemplo. A ello respondemos que estas constituyen para Freud pulsiones derivadas, por la erotización de un componente de la autoconservación, del mismo modo que la pulsión de aferrar, la pulsión de saber y otras tantas. Bodni (1999) propuso, al respecto, integrar al conjunto una pulsión de trasmitir. Otra objeción se centra en que aparentemente dicha teoría de las fijaciones pulsionales se contrapone con la temporalidad psicoanalítica, que destaca el peso de la retroacción. Sin embargo, la retracción no corresponde tanto al terreno de las pulsiones sino al de las huellas mnémicas, de los recuerdos, vueltos a menudo traumáticos a posteriori, y este es una problema del yo. Y, si nos ubicamos en este terreno, el del yo, advertimos que las fijaciones tienen un papel doble en cuanto a definir cuál es el desenlace del conflicto nuclear (entre los complejos de Edipo y de castración). Por un lado, le aporta a la defensa central de ese momento (represión, desmentida, etc.) una formación sustitutiva específica, un producto psíquico, como la fantasía de ser golpeado (Freud, 1919e). La fijación pulsional aporta, pues, una formación masoquista específica, diferencial para cada estructura clínica. Por otro lado, la fijación pulsional le aporta al conjunto de las defensas del tiempo edípico una anticipación. Una fijación sádico oral secundaria a un trauma suele anticipar que en el tiempo edípico prevalecerá una defensa ante la realidad y la instancia paterna. Es que la temporalidad psíquica es doble: está constituida, sí, por la retroacción, pero también por la anticipación, que es su complemento. Otra objeción se centra en criticar a la pulsión fálico genital como normatizante, como expresión de una presunta madurez. No es esta la posición de Freud. En principio, Freud (1905d) considera que el surgimiento de esta pulsión crea un estado tóxico universal: una tensión erógena no tramitable que persiste duraderamente. Además, al surgir esta pulsión las restantes pasan a constituirse como pulsiones parciales, se reordenan, con los correspondientes conflictos. Asimismo, se crea un conflicto inédito hasta el momento de su surgimiento: la sexualidad se contrapone en el yo a la pulsión de conservación de la especie (Freud, 1940a). Esta pulsión requiere una tramitación diferencial, que Freud (1940a) estipula: desasimiento de la autoridad de los padres y hallazgo de un objeto exogámico, ambos de enorme peso en los procesos subjetivos y fuertemente perturbadores del status quo preexistente.

           

La singularidad clínica

            Hasta este punto hemos considerado las categorías psicopatológicas centrales desde la perspectiva freudiana. Hemos recurrido para dar cuenta de sus diferencias a dos variables: fijación pulsional y defensa.

Cuando pasamos de este nivel de análisis a las investigaciones clínicas constatamos que resulta prácticamente imposible reducir un caso a una estructura psicopatológica. En cada caso hallamos más bien una combinatoria de dichas estructuras, con prevalencias relativas transitorias. Podemos, sí, sostener que en determinado paciente se advierte un predominio de una estructura obsesiva, y que posee un subcomponente depresivo y algunos elementos de una afección psicosomática. Cada una de estas estructuras tiene una defensa y una fijación pulsional como prevalentes. Se presenta entonces una coexistencia entre varias corrientes psíquicas. Pero con ello no resolvemos el problema de la especificidad de cada caso clínico. En efecto, podemos hallar dos pacientes en los que prevalecen estos mismos componentes, y con las mismas prevalencias relativas (por caso, neurosis obsesiva, caracteropatía depresiva, afección psicosomática transitoria); pero el primero posee rituales y ceremoniales y el segundo además tiende a las prácticas hipermoralistas y controladoras sobre terceros. En el primero, asimismo, la caracteropatía depresiva se presenta como dependencia afectiva del reconocimiento por el otro (recurriendo a sacrificios) y en el segundo, además, como tendencia a padecer una nostalgia incurable de un paraíso perdido. Con ello queremos decir que en el primero predominan defensas como la anulación, el aislamiento y la formación reactiva, y que en el segundo a estos mecanismos se le agregan rasgos patológicos de carácter, una proyección defensiva y quizás otras defensas. Ambos pacientes tienen pues un componente obsesivo, pero las defensas son solo parcialmente coincidentes. Igualmente, respecto del componente depresivo, en el primero la desmentida resulta exitosa (gracias al sacrificio), mientras que en el segundo esta defensa ha fracasado. Así, pues, es necesario distinguir no solo cuáles son las defensas prevalentes en cada estructura o subestructura sino también si estas defensas son exitosas, han fracasado o ambas cosas.

            El estudio de un fragmento de las Memorias de Schreber nos condujo a complejizar algo más nuestro análisis (Maldavsky, 2003a). En efecto, advertimos entonces que en el autor del texto predomina la defensa psicótica, la desestimación. Pero notamos también que esta defensa se presenta en una versión más compleja. Nuestro estudio revela que en este caso dicha defensa constituye el destino de dos erogeneidades diferentes: oral primaria y sádico anal primaria. Y en este punto se presentan diferentes desenlaces,. Cuando la desestimación se combina con el erotismo sádico anal primario, fracasa, por lo cual el autor se siente humillado e injuriado por las voces de un dios todopoderoso y abusivo. En cambio, cuando la desestimación se combina con el erotismo oral primario resulta exitosa, por lo cual Schreber se coloca en una posición megalomaníaca, como único destinatario de un mensaje milagroso de Dios. Ambas defensas coexisten, y en el fragmento considerado la segunda subordina a la primera. Más allá de este caso, nos interesa destacar que no alcanza con afirmar que en tal paciente, por ejemplo, predomina la desestimación y que esta defensa es exitosa, sino que a veces es necesario dar cuenta de una realidad clínica más compleja, en que coexisten simultáneamente dos estados diferentes de la misma defensa.

 

Propuesta de operacionalización: Algoritmo David Liberman

Hasta aquí 1) hemos expuesto un conjunto de categorías y subcategorías diagnósticas, 2) las diferenciamos por la fijación pulsional y la defensa específica, 3) distinguimos entre varios estados de una misma defensa, 4) propusimos un camino para resolver la tensión entre la tendencia a agrupar en rótulos (propia del proceso diagnóstico) y la tendencia a enfatizar el carácter singular de cada paciente (propia de la investigación de caso único), recurriendo a la teoría freudiana de las corrientes psíquicas coexistentes, con una prevalencia relativa y transitoria de alguna sobre las restantes. Hemos presentado casi todo lo que acabamos de desarrollar a lo largo de diferentes libros Maldavsky, D. (1976, 1980, 1986, 1990, 1992, 1995a, 1995b) que estudian lo común y lo diferente a las variadas estructuras clínicas. Es hora de que nos preguntemos por los instrumentos para realizar una investigación diagnóstica centrada en las orientaciones que acabamos de proponer, y en especial en la operacionalización de las dos dimensiones que jerarquizamos: erogeneidad y defensa.

Consideramos que para realizar este tipo de investigación es conveniente tomar en cuenta el discurso del paciente. Partimos del supuesto de que las manifestaciones discursivas son un indicio de la estructura del preconciente del paciente, y de que en dicha estructura se evidencia la eficacia de las fijaciones pulsionales y las defensas. En consecuencia, desarrollamos un grupo de instrumentos de investigación de las erogeneidades y las defensas manifestadas en el discurso del paciente, al que denominamos algoritmo David Liberman (ADL). Este ha sido, precisamente, el objetivo de los libros y trabajos publicados más recientemente (Maldavsky, 1997, 1998b, 1999, 2002a, 2003b Maldavsky et al., 2000).

El ADL permite investigar la erogeneidad en tres niveles del discurso: palabra, frase, relato. Para ello hemos construido diferentes instrumentos: un diccionario computarizado para el análisis de las palabras, dos grillas (una referida a los componentes verbales y otra a los paraverbales) para las frases, y otra grilla para el relato. Los relatos están constituidos por escenas que categorizamos sistemáticamente. También las grillas para estudiar las frases permiten inferir escenas. En cuanto al diccionario para investigar las palabras, permite comparar los resultados de los respectivos análisis, detectar erogeneidades no desarrolladas en escenas (pero sí en palabras), realizar predicciones, etc. Las erogeneidades detectadas por estos medios son las ya mencionadas, y los análisis abarcan por un lado los contenidos y por otro los intercambios entre analista y paciente.

            En cuanto a los instrumentos para el análisis de las defensas, los construimos partiendo del supuesto de que estas son destinos de pulsión (Freud, 1915c). A cada pulsión le corresponden ciertos destinos específicos. Sostenemos que mientras que el análisis de las escenas permite inferir las pulsiones eficaces, la investigación de la posición del hablante en estas escenas permite inferir las defensas en juego. En consecuencia, investigamos la defensa en los niveles del relato y de la frase, que son los que nos permiten detectar precisamente las escenas. Procuramos sistematizar las posiciones del hablante en las escenas que narra (nivel del relato) y los procesos retóricos que emplea (en el nivel de la frase). Por este camino podemos detectar las defensas operantes en el paciente en su vida cotidiana actual (con toda su variedad), en su historia infantil y en el curso de la sesión. También podemos detectar si estas defensas son normales o patógenas y si son exitosas, fracasadas o ambas cosas.

El estudio en el nivel del relato permite detectar además algunas defensas secundarias, como las que advertimos en las caracteropatías histéricas, fóbicas y obsesivas. A su vez, el estudio en el nivel de la frase permite inferir también algunas otras defensas, sobre todo las secundarias a la represión (identificación, en las histerias de conversión, desplazamiento y proyección, en las histerias de angustia, anulación y aislamiento, en las neurosis obsesivas).

Nuestro método arroja resultados multivariados: advertimos la coexistencia entre varias erogeneidades y varias defensas y proponemos algunos criterios para determinar las prevalencias relativas en uno y otro tipo de análisis. También proponemos algunos criterios para hallar una clave que permita reunir el conjunto en un panorama en que cada parte tenga su lugar, con las jerarquías correspondientes. Esta clave (ratio) suele exigir una articulación de los diferentes hallazgos parciales recurriendo a una fórmula general compleja, la cual constituye, en última instancia, la propuesta diagnóstica para ese caso singular.

 

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