Dr.Osvaldo Bodni (Congreso de
Chile 30-7-99)*
Angustia de castración generacional y sentimiento de
intrascendencia
Introducción . El plasma germinativo
Este trabajo se
sustenta en observaciones clínicas, muchas de ellas con pacientes de edad
avanzada, que involucraban un sentimiento doloroso de balance negativo, con
particulares referencias a lo “intrascendente” de su pasaje por la vida, de la
que no quedaría testimonio en sucesor alguno. Estas expresiones no parecían
variaciones del duelo por envejecer, sino la presentación clínica de
desarrollos de afecto más definidos, que implicaban una angustia de castración
generacional, frente a la inminente necesidad del traspaso de legados
identificatorios a sujetos designados
sucesores. Constatar este fuerte impulso a la transmisión de legados
transubjetivos fue la base de nuestras ideas.
En “Más alla del
principio del placer” Freud afirmó que
la tesis que sustentaba era un “corolario dinámico” de la teoría de August
Weisman. Esta hipótesis biológica de un plasma germinativo no degradable, como
fragmento inmortal de la vida, tuvo para Freud un doble valor, no solo fue una
base para el desarrollo teórico de la teoría pulsional de 1920, sino tambien un
concepto consistente para pensar una trascendencia no religiosa, de base
biológica, como continuación del tiempo singular del hombre. En “El porvenir de
una ilusión” Freud habría de denunciar como sustrato de las ideas religiosas la
necesidad de proyectar siempre un futuro, ilusión inevitablemente atacada por
el racionalismo científico.
Weisman fue uno de los fundadores de la genética y el más
importante biólogo darwinista de fines
del siglo XIX. Afirmaba que las células germinales de los animales contenían “algo esencial para las especies, algo que debe ser cuidadosamente
preservado y pasado de una generación a otra”. Una concepción que en su momento tanto él como Freud solo podían
suponer de naturaleza química, sin
anticipación posible de su status actual de lenguaje cromosómico. Freud dedica varias páginas de “Más allá...”
a sus acuerdos y discusiones con el biólogo, estas últimas en especial sobre el
tema de la muerte que para él no debía
producirse por causas biológicas
internas sino por una pulsión de retorno a lo inanimado.
La primera mención de Freud sobre la teoría se
encuentra en “Introducción del Narcisismo”, donde dice :“... consideraciones biológicas abogan en su
favor. El individuo lleva realmente una existencia doble, en cuanto es fin para
sí mismo y eslabón dentro de una cadena de la cual es tributario contra su
voluntad o, al menos, sin que medie esta.
El tiene a la sexualidad por uno de sus propósitos, mientras que otra
consideración lo muestra como mero apéndice de
su plasma germinal, a cuya disposición pone sus fuerzas a cambio de un
premio de placer; es el portador mortal de una sustancia- quizás- inmortal, como un mayorazgo no es sino el derecho
habiente temporario de una institución que lo sobrevive. Y agrega : “...quiero
confesar en este lugar de manera
expresa que la hipótesis de unas pulsiones sexuales y yoicas separadas, y por lo tanto la teoría de la líbido,
descansa mínimamente en bases psicológicas, y en lo esencial tiene apoyo
biológico.”
En realidad el
pensamiento freudiano tiene influencias
lamarckianas en cuanto a la perduración de los cambios vivenciales en el
inconciente filogenético, y su búsqueda del grano de verdad histórica se
orienta hacia una raiz de realidad material acontecida. Llama la atención el
interés de Freud por Weisman, un biólogo antilamarckiano, fuertemente
partidario de las teorías de la selección, quién precisamente orientó sus
investigaciones para demostrar que no era posible una paulatina alteración
genética morfológica o comportamental. En una posición darwiniana como la de
este biólogo la transmisión de la cultura está más bién en relación directa con
la capacidad de adaptación de las
especies, en función de la selección de la más apta para reproducirse. Así, para la selección natural de un
grupo, es más útil el acrecentamiento de sus destrezas por un fuerte impulso a
su transmisión, que dejar librada a la suerte su invención en la generación
siguiente, y la capacidad ecológica y etológica de supervivencia del más apto
está muy involucrada con su
potencial, mayor o menor, de transferir lo aprendido a los sucesores. En la
obra de Freud, desde los escritos sociales hasta Moisés, también la teoría de la memoria colectiva parece basarse
en un discurso transmitido por el empuje
de un fuerte impulso a perdurar, y no solo circulante por comunicación sincrónica entre los miembros
del conjunto.
Metapsicología de la transmisión.
Freud distinguió
entre los conceptos de “trieb” y “instinkt”, este último es el inconciente filogenético e instintivo que
Freud señaló “semejante al que se
encuentra en los animales”, y que
debe relacionarse con una matriz biológica de las pulsiones. Es
reservorio, primero, de las protofantasías que generan desenlaces psíquicos como los complejos
nucleares, y en segundo lugar, de patrones comportamentales, simples como
las emociones o de mayor complejidad, como el impulso a la transmisión
de la cultura. Con la teoría del plasma germinativo inmortal Freud reubica al
sujeto como eslabón de una cadena generacional, con un impulso también “instintivo”
a la conservación de la especie. Con estas consideraciones insistimos en
nuestra investigación sobre una pulsión parcial de transmisión de la cultura,
que integrando Eros, es el complemento de la pulsión de conservación de la
especie que Freud desarrolla en el “Esquema del psicoanálisis”.
Para mayor
precisión entre los conceptos de comunicación
y transmisión existe una diferencia. El primero designa un conjunto de
prácticas destinadas a vincular entre sí espacios, reales o virtuales, como los
mentales, tendiendo a permitir la circulación fluida de contenidos. Es una categoría en la que el
tiempo está poco implicado, suponiendo
más bien una simultaneidad. Las redes culturales sincrónicas remiten de modo directo
a la comunicación entre los sujetos; el tráfico fácil de la información disminuye
las distancias y modifica dinámicamente los espacios en la construcción del entramado social. Entre los sujetos, la
información se organiza en narraciones que se nutren de lo nuevo; se crean
cuando lo imprevisible fractura las creencias, pues no hace falta comunicar aquello que es como se espera.
En cambio se habla de
transmisión cuando se pone en juego un
objeto transportador entre los elementos de un sistema, como en el ejemplo
mecánico de una cadena de transmisión. En la cultura estos objetos, que por
supuesto también comunican, pueden ser un monumento, un pictograma o una carta,
un libro o un tótem, una vieja fotografía o un testamento; no se definen por su
lenguaje sino por su función de producir temporalidad.
En la especie la réplica
viva terminada es un cuerpo designado sucesor, que debe ser hablante, y la
reproducción del conjunto humano presupone el transporte de la cultura a través de las generaciones,
creando diacronías. Y estas no pueden depender del grado de diferencia entre lo
esperable y lo acontecido, porque la especie se reproduce transmitiendo siempre
las reglas formales recibidas. Este es
el punto en que el modelo requiere una metapsicología de la transmisión: el
transporte de derechos, prohibiciones y destrezas se apuntala en el pasaje de
reglas de diferenciación de los sujetos, fundamentalmente la transmisión de
identificaciones, y pasa por un relato canónico, repetido y necesario, que
implica una exigencia de trabajo para el aparato psíquico.
En su libro “Transmisión de
la vida psíquica entre generaciones” Rene Kaes
hace una investigación del concepto de transmisión en los textos de Freud, que clasifica en cuatro tipos
: Vererbung que remite a lo que se ha
legado, Erwerbung que es lo recibido por transmisión, Erblichkeit que designa aquello que ha heredado, y Ubertragung , que es el único término activo, que corresponde a transmitir y a transferir. El autor atribuye un fuerte
carácter pulsional a la transmisión de los legados culturales, en cuya red de
discursos, fantasías e historias contadas está siempre inserta la
existencia del sujeto. Define un
conjunto de “ ... exigencias pulsionales
inconscientes, en las que prevalecen a veces las exigencias narcisistas de
conservación y continuidad de la vida psíquica, a veces las del Ideal del Yo y
del Superyo, más precisamente , la transmisión de las prohibiciones
fundamentales. ...siempre aparece la necesidad de transferir-transmitir en otro
aparato psíquico...” Cita en su apoyo a P. Legendre que dice : “.....una
transmisión no se funda en un contenido, sino ante todo en el acto de
transmitir”
El depositario
de la duración trascendente del sujeto es el grupo conservador de la memoria.
Aunque Freud no realizó una referencia
taxativa a una pulsión de transmitir, la ley general de inclusión del sujeto
humano en la cultura que lo precede convalida su conceptualización dentro de las pulsiones de vida, en el
contexto de las pulsiones de conservación de la especie. Para el psiquismo del
hombre adulto la responsabilidad por transferir la cultura constituye una
exigencia de trabajo cada vez mayor, apuntalada en la necesidad narcisista de
asegurarse un lugar en los mitos del futuro.
Para Freud la
pulsión de conservación de la especie está
integrada en Eros y tiene su meta en la transmisión de la genética
y la cultura al sucesor. El pasaje
activo de saberes es la condición
necesaria para completar la insuficiencia esencial de la memoria genética
humana. Así como en las primeras etapas de la vida la
erogeneidad está esencialmente vinculada a la receptividad y a la construcción
del sujeto singular, en el adulto mayor la pulsión de transmitir toma el
comando, y la erogeneidad se
organiza en función de la sucesión.
El deseo de historiar y encontrar un
sucesor se constituye evolutivamente, a partir del aparato psíquico que al principio de la vida fue puramente receptividad y aprendizaje.
Los más viejos de la especie se van convirtiendo en casi antepasados, y con la
misión de preservar la cultura preparan cuidadosamente su admisión en la historia. En las pulsiones se produce una
escisión entre la autoconservación del sujeto individual, y la supervivencia del conjunto cultural,
que paulatinamente adquiere un plus de investidura. La tendencia a transportar los emblemas identificatorios, las
tradiciones, las estrategias de comportamiento, las destrezas instrumentales y
los productos de la creatividad, en la
vejez puede llegar a convertirse en un impulso reiterativo a relatar.
En cuanto a los
alcances de la hipótesis para la teoría general de la pulsión, una pulsión de
transmitir comparte el carácter de concepto límite entre lo biológico y lo
mental, su fuente erógena puede relacionarse con el plasma germinativo, se
manifiesta en necesidades perentorias de descarga, su meta es transmitir un
tipo de identificaciones que hemos llamado de transporte, y su objeto es el sucesor generacional.
En trabajos anteriores hemos especulado
también con que las limitaciones en esta descarga pulsional pueden producir
procesos de estancamiento, de orden
tóxico actual, con manifestaciones psicosomáticas en adultos mayores. Pero si
aceptamos esta energía potencial de perduración cabe una vuelta de tuerca en la
teoría de la castración.
Castración generacional
Si la
transmisión, tanto genética como cultural, es la forma de reproducción del
sujeto de la especie humana, la angustia por quedar fuera de la memoria, por no
producir un sucesor, o por no poder transferir emblemas identificatorios, debe
considerarse un contenido esencial de la angustia de castración. En este caso
toma la forma de un doloroso sentimiento de intrascendencia, en el que la vida
se representa para el sujeto como una meta mal terminada. Un singular
desarrollo de afecto relacionado con la sobreinvestidura de la transmisión
generacional como tarea inconclusa. Como diría Bleger, un efecto Zeigarnik
aplicado al balance de la vida.
La amenaza de
castración presupone aquí una catástrofe transmisional: una
amenaza de olvido y de intrascendencia generacional, una imposibilidad
de transmisión de los emblemas identificatorios al otro más joven que en más
habrá de ser su portador. El lugar teórico del falo como marca del
completamiento, remite aquí a la
procreación y la transmisión del
plasma germinativo como actos de
inmortalidad.
La teoría del complejo de
castración implica la amenaza que recae sobre un emblema de perfección, y la
renuncia al objeto edípico es la consecuencia del crédito otorgado a aquella,
tras una primera etapa de descreimiento. La amenaza de la infancia adquiere su
poder recién a partir de ser creída, a través de una resignificación producida
por la aceptación de una percepción: la diferencia sexual anatómica. El genital
masculino es el único accesible a ser una marca y desempeñar este papel simbólico, es un órgano externo,
telescópico, por fuera de la economía volitiva de la motricidad general que en
muchos pacientes se manifiesta sin orden, sin sometimiento motriz, respondiendo
de pronto a la excitación por el tocamiento o
la imaginación. Es imprevisible en su erogeneidad, y su atención está
exacerbada por la autonomía de las
erecciones, con un extraño status de “otro”
erógeno en el cuerpo. El falo es en teoría 1) emblema narcisista 2) marca de la diferencia sexual anatómica;
3) marca de la diferencia con la motricidad general; 4) remanente
imaginario de la incoordinación
muscular; 5) marca de la diferencia con la coordinación motriz total atribuida
al modelo 6) En el caso Juanito también es
marca de la diferencia entre lo vivo
y lo inerte. 7) Cabe también un
lugar teórico como emblema de la potencia reproductora. La relación entre el
falo y la reproducción es tardía, y como lo señala Freud en Moisés, requiere un
acto de pensamiento deductivo, un acto que puede entenderse como una segunda
resignificación.
Para Freud el ello no puede
tener noticia alguna de la muerte, es claro que tampoco puede tenerla de una intrascendencia del plasma
germinativo. Para la teoría del
inconciente filogenético no cabe regreso ni registro, ni de la muerte ni de la esterilidad. Sin embargo algunos
desarrollos clínicos de Freud
presuponen la angustia
insoportable de la desaparición del linaje. Schreber, que enfermó al ser
nombrado juez, tenía un matrimonio estéril. Freud señala que ...“Su raza corría el riesgo de extinguirse, y
parece que estaba bastante orgulloso de su linaje y su familia”. También se
trata el tema en Macbeth y Rosmerholm, los
casos ejemplo de caracteres que fracasan al triunfar. El primero sabe por la profecía que no va a fundar
dinastía: hay corte de la cadena generacional y cataclismo de la transmisión. ,”... no se conforma con satisfacer su propia ambición, quiere ser el
fundador de una dinastía y no haber asesinado para beneficio de unos extraños”. En el segundo ejemplo, la esposa
enfermiza y sin hijos, es fácilmente inducida al suicidio.
Es poco
frecuente relacionar el complejo de castración y la imposibilidad real de la
procreación, pero Freud parece elegir
con Weisman una perspectiva más concreta
que simbólica. En su composición química el plasma germinativo es
universal, pero la doble hélice de ADN sostiene con el ordenamiento molecular
el lenguaje de los códigos particulares, de cuya transmisión depende la
supervivencia de cada especie. La carga económica de la castración biológica,
como amenaza de no cumplir la imperiosa ley de supervivencia de la especie, es
claramente contradictoria de una gran intensidad pulsional, invistiendo también
al mismo nivel la transmisión cultural estructurante de la especie humana.
Testar es
testimoniar, y con ello preparar la sucesión generacional, dar testimonio de la
historia de los proyectos identificatorios que se deben transmitir a las
generaciones. El sujeto ha sido siempre fin para si mismo, pero además eslabón
de una cadena de cronistas. En este último sentido ha sido primero receptor, se
ha apropiado de los estandartes transportados en la esencia de su identidad, y
cuando le queda menos tiempo debe asegurar el destino del “mayorazgo”. La
información circula y se descarga, se modifica y enriquece en la red formada
por el modelo, el rival, el ayudante y el objeto, entre los cuales se produce
un proceso de transformación constante y dinámica que se continúa en la
transmisión generacional.
Transmisión y narcisismo
Una
característica de la omnipotencia narcisista es la alienación del sucesor como
un doble, a través de una transmisión alienante destinada a sostener una
desmentida de la muerte. Es la misma defensa, escisión del preconciente,
que actúa sobre la castración como
instrumento del completamiento narcisista, en este caso para pasar objetos identificatorios fetichizados que permiten sostener la ilusión de una transmisión monolítica ,
de saberes absolutos.
La aceptación de
la amenaza de castración obliga también a resignar los límites de la
transmisión. El sucesor no será el doble asegurador de la inmortalidad, sino un
semejante que sostendrá la permanencia de las identificaciones suficientes para
el sentimiento de dejar un registro. Al contrario de la seguridad omnisciente
del narcisista, el transmisor generacional aquí se interroga, resignifica su
historia desde un balance, y propone su experiencia como un conjunto de saberes
que los sucesores pueden cuestionar y
recrear.
Piera Aulagnier
sostiene que el contrato narcisista está constituido por el conjunto de los discursos
sobre las instituciones. Los sujetos adquieren enunciados que deben
repetir, creen en ellos, se apropian de
la historia y confían en una futuración. El grupo social, que está integrado
por sujetos viejos que deben desaparecer, asegura su permanencia colectiva
preparando la sustitución de los elementos muertos por los sujetos nuevos que
van a repetir el mismo fragmento de discurso. Las pulsiones narcisistas
del sujeto desaparecido nutren el
narcisismo de los sujetos que advienen “gracias
a la precatectización por parte del conjunto del infans como voz futura que
ocupará el lugar que se le designa”. “En
la catectización del modelo ideal se nota la presencia primitiva de un deseo de
inmortalidad ante el cual esta
catectización se ofrece como sustituto”
Desde el lugar de los viejos se escuchan las voces que quieren terminar
la tarea exigida: “la ilusión de que una
nueva voz volverá a dar vida a la mismidad de su propio discurso, que de esta
manera podría escapar al veredicto del tiempo...” Para esta autora el hijo
del hijo le brinda a éste una posición simbólica respecto del parentesco,
comprendiendo su ocupación coyuntural de una función que pertenece a la especie, y que tiene la misión de
transmitir.
Conclusiones
Consideramos que
el abordaje psicoanalítico de las crisis de la edad madura debe acentuar
el rol de transmisor de
identificaciones asumido por quienes preparan su testimonio. En última
instancia piden garantías de ser
reconocidos como enunciantes de fundamentos identificatorios.
La dolorosa
sensación de intrascendencia, de
transmisión inconclusa, y de castración generacional requiere en la
clínica psicoanalítica una cuidadosa elaboración. La aceptación de la castración presupone aceptar que
ningún enunciado podrá transportar la totalidad de los emblemas. Deberá
trabajarse la pérdida inevitable de matrices
identificatorias grupales en la trama de las crónicas mal contadas. Pero aun aceptados los limites de la
transmisión, el conjunto siempre
demostrará al viejo que no lo
puede escuchar en todo lo que éste
puede decir, provocando estados espontáneos de desidentificación como los
descriptos por Goldstein y Baranger. En esta línea de investigación clínica
la propuesta es considerar en el adulto
mayor el impulso a la transmisión,
interpretando el testamento como un testimonio identificatorio, atendiendo
al balance de la vida y al efecto de
tarea inconclusa. La patética amenaza |de ser un último cronista dará cuenta no
solo de la angustia de castración, sino de la reactivación de arcaicas
fantasías parricidas, vueltas contra sí mismo en la etapa final
de la vida. El tratamiento
procurará transformar la patología en una crisis vital, con una ganancia de
serenidad apoyada en el balance, en la elaboración de sus sentimientos de
trascendencia, en la búsqueda de un
sentido para su tiempo de vida, y sobre todo, en el descubrimiento de algo de
su discurso en los herederos de sus identificaciones. Aceptar a estos como
semejantes en lo diferente, le
permitirá renunciar a la empresa imposible de producir un doble.
Bibliografía
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Resumen
Este trabajo se basa en la observación clínica de
fenómenos que involucran la transmisión generacional en pacientes de edad
avanzada, los cuales presentan manifestaciones depresivas frente a la
imposibilidad de pasar sus legados a un sucesor. Se considera la presentación
de un particular afecto de intrascendencia, que es conceptualizado como
expresión de la angustia de castración,
que provoca la desidentificación de
roles de liderazgo generacional,
a lo que se agrega el duelo por identificaciones perdidas en su proceso de transporte. Se relaciona la normalidad de la
vejez con la posibilidad de procesamiento de la transmisión, y la
patogenización con la dificultad para el traspaso de la historia al sucesor que
la preservará del olvido.
Se propone una metapsicología de la transmisión
desde la teoría del plasma germinativo, que sirvió a Freud como sustrato para el impulso a una
trascendencia biológica y cultural del sujeto.