Dr. David Maldavsky:

Me interesa consultarte si a nivel metodológico es posible pensar las complejas articulaciones que en una conversación coloquial se presentan entre escenas desplegadas en tanto actos enunciativos y escenas narradas.

Eduardo Romano

Nuevos aportes al análisis de las escenas con el ADL
David Maldavsky

Pasos en el análisis de los actos del habla
Para el análisis de los actos del habla, propongo: 1) comenzar con un inventario de los actos del habla de uno y otro interlocutor, 2) luego determinar su distribución en las secuencias concretas de un modo global, y 3) estudiar microscópicamente algunos fragmentos significativos. Cada uno de estos pasos tiene aspectos instrumentales que requieren comentarios.
El primer tipo de estudio, de carácter paradigmático, tiene por objetivo establecer el repertorio de los actos del habla de un sujeto, es decir, su sistema categorial. El enfoque puede ser más bien global, destacando las erogeneidades y las frases que las expresan en toda una sesión, o puede ser microanalítico, centrado en un fragmento. En este último caso es conveniente seleccionar un texto breve, significativo. El estudio puede culminar en diferentes resoluciones estadísticas. Estas resoluciones suelen tener un carácter multivariado, ya que pueden coexistir varias erogeneidades en un mismo discurso. Pueden considerarse, por ejemplo, los repertorios de actos del habla empleados por el paciente al responder cuando el terapeuta recaba información, o cuando establece nexos causales, etc., o los repertorios de actos del habla que el paciente autointerrumpe, etc. En las correspondientes expresiones estadísticas de los resultados multivariados es necesario tomar en cuenta un índice de calibración derivado de que cada lenguaje del erotismo tiene más o menos términos incluidos en la grilla correspondiente a los actos del habla. Sin embargo, cuando el objetivo del investigador se centra en varios tipos de actos del habla correspondientes a la misma erogeneidad (por ejemplo, cuántos actos del habla son objeciones, cuántos generalizaciones, cuántos aclaraciones y cuántos nexos casuales, todos correspondientes a A2, o cuántos actos del habla son localizaciones espacio-temporales, cuántos son muletillas, cuántos autointerrupciones y cuántos refranes, todos correspondientes a FU), no es necesario aplicar el índice de calibración.
El segundo tipo de estudio, de carácter sintagmático, enfoca más bien la combinación concreta de los actos del habla ya inventariados en un discurso. Este enfoque tiene un carácter global. Para realizar este tipo de investigación es conveniente fragmentar el intercambio entre paciente y terapeuta a partir de un criterio: cuál es el tipo de intervención clínica que organiza el discurso de ambos: pedido de información, establecimiento de empatía, denuncia, exposición de nexos causales, etc. A veces los fragmentos así delimitados son a su vez extensos, y es necesario deslindar varios sectores sucesivos. Una vez realizada esta segunda segmentación, el análisis sintagmático se vuelve más accesible. Como también este enfoque pone en evidencia la coexistencia de varias erogeneidades, es necesario decidir cual es la dominante. Para ello es conveniente tomar en cuenta ciertos sectores especialmente significativos, que organizan el valor del conjunto, habitualmente el comienzo o el final de un fragmento que contiene a su vez varios actos del habla. En estas circunstancias, si bien los resultados del análisis pueden expresarse estadísticamente, no es necesario apelar al índice de calibración ya mencionado. La resolución estadística es útil en dos orientaciones 1) para discriminar porcentajes de la extensión de cada uno de los fragmentos y sectores de un discurso, 2) para expresar cuál es la erogeneidad dominante en un grupo de fragmentos. Un tercer enfoque, microanalitico, que se centra en fragmentos especialmente significativos, es también de tipo sintagmático, y puede tomar en cuenta sea el discurso de uno u otro de los interlocutores, sea el intercambio entre ambos.
Solo los enfoques sintagmáticos permiten inferir las escenas desplegadas en el discurso, que pueden involucrar a uno o a ambos interlocutores, las cuales, a su vez, pueden ser comparadas con las escenas narradas por el paciente.

Estrategias de análisis de las escenas
La práctica en la investigación concreta con los instrumentos del ADL me ha conducido a advertir que existen tres estrategias posibles de abordaje del texto de una sesión, que pretendo describir a continuación.
1. La relación entre los dos niveles de análisis de las escenas (relatos, actos del habla) puede ser encarada desde la perspectiva de que cada uno de ellas permite investigar un sector diferente de la situación analítica: la relación transferencial (actos del habla) y la extratransferencial (relato). Esta es una perspectiva promisoria, que además conduce a establecer nexos entre las escenas detectadas en uno y otro nivel. En efecto, pueden darse armonías entre una escena desplegada y alguna escena relatada, así como diferencias entre ambas. A veces la escena desplegada en sesión coincide con la relatada, como ocurrió en la primera sesión de Carmen: la evitación exitosa ante sus padres se repetía en sesión ante la terapeuta. Pero también puede ocurrir que la escena tenga un desenlace disfórico en el nivel del relato (como expresión de un fracaso de la defensa) y eufórico en el nivel de la frase (como expresión de que, en el vinculo transferencial, la defensa es exitosa). Así ocurrió con Corina, quien tenia una posición sacrificial exitosa/fracasada ante el novio y una posición sacrificial exitosa en sesión. También pueden darse diferencias más fuertes: alguna escena relatada no tiene por el momento un equivalente en el vínculo transferencial o, a la inversa, alguna escena desplegada en sesión no tiene aun correlato en el nivel de la narración. Cuando una escena relatada no aparece también desplegada en los actos del habla, es posible inferir que tal escena de desplegará con posterioridad. A la inversa, podemos inferir que una escena desplegada en el vinculo transferencial pero no en el relato de las relaciones extratransferenciales luego aparecerá también en este otro nivel. Un ejemplo de ello es que en una escena en que prevalecieron A2 y defensas funcionales (atenerse al contrato, en este caso el terapéutico, y narrar y reflexionar en sesión), que Belisario desarrolló durante la segunda parte de la primera sesión en el nivel de los actos del habla, pero que no tuvo su equivalente en el nivel del relato, apareció también en sus relatos referidos a los vínculos extratransferenciales en una sesión posterior. A veces es posible realizar inferencias de otro tipo: la escena desplegada en los actos del habla en sesión puede llevar a postular la eficacia de alguna escena infantil no necesariamente relatada por el paciente. Así ocurrió cuando el terapeuta de Serafín respondió con una intervención banalizante (LI y desestimación exitosa del afecto) a la tendencia banalizante generalizada de los actos del habla del paciente. Con ello el terapeuta mostraba un modo hostil de abandonar al paciente a su suerte, en lugar de mantener su postura clínica. Si bien el paciente no contó ninguna escena extratransferencial que fuera el complemento de esta escena desplegada en la sesión, es posible inferir que situaciones similares (ser desinvestido por sus progenitores) debieron de ser parte muy importante de las determinantes de su precariedad psíquica en la vida adulta.
En suma, desde la perspectiva de que las escenas relatadas expresan la relación extratransferencial y las escenas desplegadas ponen en evidencia el vinculo transferencial, es posible hallar 1) coincidencias totales, 2) diferenciales parciales (sobre todo referidas al estado de la defensa en una y otra escena), 3) diferencias más amplias (ya que una escenas, relatada o desplegada, no tiene equivalente en el otro nivel de análisis), situación en la cual es posible realizar inferencias predictivas (tal escena habrá de aparecer luego en el nivel de análisis faltante) y/o retrodictivas (tal escena ocurrió en algún momento y el paciente no logra recordarla).

2. La relación entre escena relatada y escena desplegada puede ser encarada desde una segunda perspectiva, igualmente promisoria. Puede ocurrir que un paciente pretenda afirmar algo o refutar una opinión atribuida al terapeuta, y que para ello recurra a varios relatos redundantes, que son argumentos empleados para persuadir al interlocutor o inclusive para autoconvencerse. En tal caso no se trata de dos niveles de análisis (transferencial y extratransferencial) expresados, respectivamente, por actos del habla y relatos sino de un único nivel del análisis, el de los actos del habla. Los relatos son evaluados no tanto como referencia a los vínculos extratransferenciales sino como argumentos. En este sentido es posible estudiar qué dice un paciente luego de “estoy triste porque…”, o “he logrado seducirla porque…”. Lo que sigue, que suele ser una escena relatada, pone en evidencia el sistema categorial de los argumentos de una paciente. Del mismo modo, puede ocurrir que un paciente sostenga: “mis padres son autoritarios”, y las escenas que describe para refrendar esta afirmación sean ambiguas, generales, no convincentes. Así ocurrió, por ejemplo, con Carmen, al referirse a sus padres en la primera sesión. Dentro de este marco (en que el relato es integrado en los actos del habla) existe otra alternativa, como cuando un paciente anuncia que va a contar algo y luego se pierde en una suerte de frases autointerrumpidas y dramatizaciones inconexas. Algo de esto ocurrió con Serafín, al comienzo de la primera sesión. En tal ocasión no podemos hablar de una afirmación (un juicio, por ejemplo) y su justificación, aclaración, etc., apelando a un relato. Más bien se advierte que el paciente anuncia que describirá determinada situación y no lo hace, etc. También en esta ocasión el relato (o su ausencia) vale en el marco de los actos del habla, como escamoteo, como expresión de un estado de caos interno, etc. Algo similar puede ocurrir cuando un paciente pretende aclarar o ejemplificar una afirmación, incluyendo un “es decir”, “o sea“,”por ejemplo”, etc. La escena posterior puede no coincidir con el aserto previo, puede ser ambigua, etc.
En el marco del enfoque del relato en el contexto de los actos del habla hemos considerado tres alternativas: 1) los relatos operan como los argumentos esgrimidos por un paciente para persuadir al terapeuta respecto de cierta afirmación, 2) los relatos como respuesta a una frase introductoria del conjunto, en la cual el paciente declara que describrirá o ejemplificará algo, y la estructura formal que sigue no se atiene a lo anticipado 3) los relatos como una aclaración, una ejemplificación o un despliegue de una frase previa, con la cual puede o no armonizar, en el sentido de contradecir o no coincidir con ella. En tal caso, la falta de armonía no es formal sino de contenido: el contenido de la escena relatada (de seducción por los encantos, por ejemplo) no coincide con la frase previa (sentirse maltratado), a la cual la narración pretende ejemplificar,

3. Sin embargo, hasta aquí consideramos relatos y actos del habla de un interlocutor, el paciente, sin tomar en cuenta su relación con los actos del habla del terapeuta. Por ejemplo, ciertos actos del habla A2, correspondientes a referencias a las relaciones con los progenitores, pueden ser un medio para desorientar una intervención clínica pertinente del terapeuta. De modo que lo que parece ser una escena eufórica A2 (información concreta) es una escena eufórica FU (evitación). Así ocurrió con Carmen, al comienzo de la primera sesión.
En esa ocasión la paciente respondió a una intervención simple de la terapeuta, la cual contenía una sola proposición. Pero si además la intervención clínica posee una estructura compleja, con un sector introductorio, otro central y un tercero complementario, es conveniente en primer lugar preguntarse a cuál de ellos responde el paciente. En los comienzos de una sesión de Claudio, el terapeuta interpretó extensamente el deseo hostil del paciente, y este respondió con un largo relato que repasaba su infancia y adolescencia penosas. Desde el punto de vista de los actos del habla, este relato parecía una respuesta O2, en que el paciente pretendía destacar su sufrimiento pasado y actual, con lo cual refutaba la intervención central del terapeuta. Sin embargo, todo este discurso del paciente, reiterado en otras sesiones, tenía sobre todo el valor de una extensa muletilla (FU) que le permitía mantener a distancia al terapeuta. Así que lo que desde el punto de vista de su discurso independiente tenía un valor O2, desde el punto de vista del vínculo con el terapeuta correspondía a un acto evitativo logrado.
En este ejemplo, con todo, el paciente respondió a la intervención central del terapeuta. Pero en otras ocasiones el paciente puede responder más bien a una intervención complementaria, o introductoria. Cuestionar al terapeuta la intervención central difiere por ejemplo de cuestionar (o alabar) la intervención complementaria. En caso de responder a la intervención complementaria del terapeuta, el paciente propone en los hechos un desvío de la orientación clínica que puede o no ser pertinente. En tal caso, es conveniente advertir si se da una pugna entre un terapeuta que pretende mantener su orientación y un paciente que intenta desviarla a partir de jerarquizar intervenciones complementarias. Así ocurrió con Serafín y su terapeuta. En la primera sesión este último aludió en su intervención central a los estados corporales (euforia, aturdimiento) del paciente, en su intervención complementaria hizo referencia al consumo de cocaína o de alcohol. En la primera ocasión en que el terapeuta realizó esta secuencia de una intervención central y una complementaria, el paciente respondió a la intervención complementaria diciendo que a él la cocaína no le importaba, etc., y se extendió en anécdotas que lo demostraban. El terapeuta perdió entonces transitoriamente el rumbo, y cuando lo recuperó y reiteró su secuencia de una intervención central y una complementaria con propuestas similares a las previas, el paciente volvió a responder a la intervención complementaria, para luego aludir a la intervención central del terapeuta. En esta pugna entre paciente y terapeuta, en un comienzo el paciente logró su propósito resistencial, pero en un momento posterior aceptó algo más lo que el terapeuta le decía.
En consecuencia, contamos con tres estrategias de análisis de las escenas desplegadas en los actos del habla del paciente: 1) compararlas con los relatos, como si fueran dos diferentes niveles de análisis, 2) tomar a los relatos en el marco de los actos del habla, 3) tomar actos del habla y relatos del paciente en el marco de su intercambio con el terapeuta. Cada una de ellas implica un modo diferente de organizar y combinar el material, pero no se trata de estrategias incompatibles; antes bien, es posible articularlas, sobre todo si el interés de la investigación está centrado en el vínculo paciente-terapeuta desde la perspectiva de la intersubjetividad.