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LA CULTURA DE LA VIOLENCIA


El vacío de ideales, la imposibilidad de sentir, de historizar y reflexionar acerca del drama de la vida, el quiebre de las redes identificatorias, la insensibilización que produce en forma larvada la impunidad, son cuestiones a pensar, por los psicoanalistas, e interdisciplinariamente ante el desafío que el nuevo milenio nos impone, porque la crisis se inscribe en un mundo caracterizado por la peor de las violencias, la indiferencia ante esa misma crisis.
Cuando uno observa los procesos de manipulación genética y las nuevas tecnologías de masificación que permiten reproducir una misma cosa miles de veces, surge la pregunta sobre si la diversidad y el inconsciente seguirán siendo parte del hombre, o si en el futuro no nos enfrentaremos a robots, o máquinas cuyas reacciones estén definidas de antemano, predeterminadas.
El ser humano corre el riesgo de ser prácticamente arrasado convirtiéndose en una terminal de múltiples redes de comunicación, quedando perplejo ante una sucesión interminable de imágenes, sin poder reflexionar acerca de esas mismas imágenes. Las imágenes que en vez de valer por mil palabras, por el contrario podrían llegar a obturar "las mil palabras", sepultándolas en un vacío de significado.
El aparato psíquico podría volverse una vesícula contenedora de residuos tóxicos, donde ciertas percepciones que no encuentran traducciones en palabras, quedarían en su estado original ligadas a lo concreto, a la pérdida de límites y a la repetición. Pertenecerían al orden de lo incognoscible, concepto que abarca perturbaciones de todo orden, incluyendo fenómenos de alienación, o de una potencialidad psicótica.