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"EL TRATAMIENTO DEL ADOLESCENTE Y SUS VICISITUDES EN LA ACTUALIDAD"


Todos sabemos que no hay modelos para trabajar con adolescentes, aunque no hay modelos para trabajar con ningún paciente, con los adolescentes menos. Es bastante frecuente que los adolescentes no continúen un tratamiento, lo abandonen, lo interrumpan, lleguen tarde y toda una serie de situaciones que se dan, habitualmente, en los procesos psicoanalíticos, que a veces incluso, no sólo afectan el comienzo del proceso, sino que pueden llegar a interrumpir el tratamiento, o cualquier posibilidad de abordaje de la situación conflictiva.
Se puede manifestar, en algunas ocasiones, como falta de reconocimiento del terapeuta y la insistencia en no tener nada que decir, lo que hace que sea muy difícil tratarlos, acercarse a sus conflictos, lograr la mínima comunicación. A menudo se lamentan de estar perdiendo el tiempo cada vez que acuden a la consulta, y con frecuencia faltan o las cancelan. El terapeuta se siente inútil y el paciente parece esforzarse por confirmar este sentimiento y hasta parece ser que a pesar de que muchas veces tratan de manipularnos psíquicamente, nuestra presencia para ellos, la mayoría de las veces, puede llegar a ser vital, si logramos sobrevivir a sus ataques.
Hasta cierto punto esto ocurre con la mayoría de los adolescentes en nuestra cultura, pero cuando el temor a la incursión se torna patológicamente exagerado, se incrementa la necesidad defensiva de aislamiento emocional, donde queda puesto en evidencia que la vulnerabilidad encubierta será a su vez la causa de una nueva y al mismo tiempo, desdeñada necesidad de dependencia.
La propuesta sería poder acompañarlos en ese difícil pasaje, donde los cambios fluctúan muchas veces al borde de la catástrofe, y ponen a prueba, como dice Ethel Agra, la contratransferencia y las vivencias adolescentes del terapeuta.
Tenemos que considerar además que, en términos de campo analítico (Baranger), la dinámica de la situación analítica se encuentra, inevitablemente también, con muchos tropiezos, que no se deben sólo a la resistencia del paciente o a la del analista. Justamente, estos tropiezos manifiestan además la existencia de una patología específica de esta estructura, donde el trabajo del analista se dirige conjuntamente al paciente y a sí mismo, funcionando como analista, donde no quedaría afuera el auscultamiento de la propia adolescencia.