PANICO
Dr. Osvaldo Bodni
(APA-UCES)*
*bodni@psicoanalisis.com.ar
Introducción
La angustia, como otros
temas de importancia, ha sido estudiada por Freud planteando hipótesis explicativas
innovadoras, articuladas con el conjunto del programa psicoanalítico. Empero, la
necesidad actual de realizar estudios epidemiológicos, y de responder a las
exigencias de una medicina basada en la evidencia, nos enfrenta al problema
de conceptualizar de manera precisa
los términos para establecer lenguajes comunes.
La clasificación del DSM IV
presenta una funcionalidad particularmente eficaz en cuanto a la inclusión de
cada caso singular en su clase correspondiente, pero para ganar precisión sus
descripciones deben estar tan cerca de su base empírica, que la posibilidad de su uso para
inclusiones de órden etiológico se muestra muy dificultosa, resultando en
definitiva una clasificación empobrecedora cuando aspiramos a una operatividad
terapéutica de mayores alcances que los sintomáticos. El problema terapéutico es
que cualquier clasificación de corte fundamentalmente empírico descriptivo favorece el corrimiento a la
interpretación de la sintomatología en términos moleculares, apuntando como
desideratum de la cura a la eliminación del síntoma manifiesto. Podríamos decir
que entre "causa", como clasificación etiológica, y "presentación", como
clasificación descriptiva, existe
en este momento una controversia de privilegios políticos, mas que una síntesis
dialéctica realmente útil. Sin duda esto incide también en los criterios de
salud y enfermedad, -¿tendríamos que hablar acá de posmodernidad?- como sucede
con la calificación patológica de reacciones vivenciales hasta hace poco
consideradas normales: verbigracia un duelo, que de acuerdo al DSM IV es difícil
diferenciar de una depresión mayor si dura mas de dos meses. En términos
generales en la medicina clínica se
instala una tendencia a un
criterio holístico sui generis que apunta a la prescripción de psicofármacos en forma cada vez menos
discriminada, siendo muy frecuente la demanda de medicación antidepresiva en los
duelos para afrontar exigencias laborales.
La historia de las
clasificaciones nos muestra que en distintos períodos el afán de la medicina
osciló entre la descripción minuciosa con su meta limitada al pronóstico de la
enfermedad, por ejemplo la escuela de Hipócrates, y el intento de penetrar las
causas para ofrecer una cura, como es el caso de Galeno y sus
continuadores. En el siglo XIX, con
el telón de fondo de descubrimientos entonces recientes como la etiología
microbiana y la neurona, el psicoanálisis advino como una práctica de ruptura
pasando del concepto de "lesión" al de "conflicto" psíquico. Freud señaló en
1891 que las afasias podían ser funcionales, y sin lesión anatómica, como en el
caso de parafasia de la célebre paciente de Breuer. Si bien la propuesta
freudiana requirió el modelo de un aparato fisiológico, el "humor" procesado en
el mismo fue radicalmente distinto a toda hipótesis previa, porque
sustancialmente y en síntesis la
libido sólo se compone de energía e información. Para Freud nunca dejó de ser
una metáfora provisoria, destinada a ser reemplazada por las sustancias químicas
correspondientes en cuanto los desarrollos científicos accedieran a su
conocimiento. Lo novedoso fue en su origen la posibilidad de encarar una
aproximación etiológica a la comprensión de la subjetividad con independencia de
las vicisitudes químicas o mecánicas de los transportes de la información.
Sin duda estudiar un afecto
siempre es difícil. Ya decía Wernicke que la dificultad estriba en que es un
hecho de experiencia íntima, cuya
identidad suponemos en todos los hombres porque las expresiones verbales y el
comportamiento de todos nos conducen a esa conclusión. Jaspers halló en la
fenomenología el método ideal para procesar una descripción "comprensiva” de los
afectos sustentada en la identificación, la introspección y la comparación con
el paciente. Desde mediados del siglo XIX
Kierkegaard había ubicado la angustia en el ojo de tormenta de la
filosofía, proponiendo para ésta un posicionamiento mas cercano a la
problemática existencial del hombre de la que la compleja abstracción hegeliana
se había alejado. Para este torturado filósofo y frustrado policía la angustia
está en el centro del problema humano, la libertad es una esclavitud, la opción
debe elegirse cada día. Poco tiempo después encontramos los afectos en el eje de
la conciencia: la "erlebnis" de Brentano, la vivencia. Es un momento puntual de
corte, de detención en la secuencia
temporal continua, que tiene por componentes afecto, percepción y pensamiento y
cuya esencia radica en la "intencionalidad". La influencia de este filósofo en
el pensamiento de Freud no es desconocida. Intencionalidad implica en la
conciencia un movimiento activo dirigido por el sujeto, al contrario de una percepción pasiva que va impregnando la
mente con sensaciones.
Cuando Freud describe el
pánico, especialmente como fenómeno de masas, aclara que el uso de la palabra no
está fijado de manera precisa y unívoca. Así como designa una angustia de masas,
es decir, la fragmentación de la misma cuando pierde sus referentes
identificatorios, alude también a la angustia de una persona que rebasa toda
medida, lo que en términos del cuadro anterior se relaciona en cada sujeto con
la caída de la unidad primordial
del yo sostenida por la identificación con el modelo. El ataque de pánico es un
estado de angustia máxima que en
última instancia representa la reacción originaria del yo frente al rebasamiento
traumático de sus barreras antiestímulo, vivido pasivamente en un desvalimiento
primordial. Cuando el yo mas tarde reconoce diferentes situaciones de peligro,
la angustia es morigerada para servir de aviso de las mismas, activando mecanismos conducentes a alejarlas. Se
presenta atenuada tomando la forma de una expectativa y funcionando como
angustia señal.
Por ejemplo, quien no
percibe la cercanía de un predador lo dejará acercar sin advertirlo, quedando en
posición propicia para la consumación de un trauma. Pero si lo advierte,
aparecerá una señal de angustia que lo llevará a huir o esconderse, evitando el
riesgo. Tomamos un modelo espacial y la amenaza es externa. Pero a nivel del
funcionamiento neurótico la condición de peligro ya es interna, constituida por
la amenaza de castigo que lleva al niño a defenderse de su propio deseo edípico.
Es decir, en 1926, la señal de angustia advierte sobre el propio estado
pulsional capaz de conducirlo a lo prohibido y su consecuencia es la represión.
En el modelo freudiano la represión responde a la arcaica amenaza paterna de
castración, convertida ahora en angustia señal, que en última instancia fue
también en su momento un peligro externo.
Con estos ejemplos nos
acercamos también al funcionalismo atávico que Freud asignaba a los afectos,
como remanente filogenético de acciones que alguna vez fueron necesarias en la
supervivencia de la especie, y que adquirieron funciones y significados nuevos
con la evolución. Es probable que la eficacia de la angustia como indicador de
reacción rápida fuera mayor que la de la percepción, en una época evolutiva en
que esta función psíquica era todavía primitiva y de pobre discriminación. Como
sucede con algunas especies de animales que son observados para prevenir los
movimientos sísmicos a través de su conducta, cuando los celosos aparatos
científicos todavía no alcanzaron ese logro.
A pesar de establecer un
permanente puente entre pánico y angustia, o precisamente por ello nos obligamos
a delimitar los términos: ¿Que
entra en el concepto de ataque de pánico?
Sin duda están excluidas aquellas angustias que no inhabilitan al yo para
operar. O aquellas que si lo hacen es por muy corto tiempo. Pero entonces: ¿Cual
es el lugar de las angustias psicóticas?
¿O tal vez la esencia del ataque de pánico sería una angustia psicótica?
El ataque de pánico es una angustia
narcisista?
Algunas consideraciones
sobre la nosografia freudiana.
Para la época de su
colaboración con Breuer Freud era conocido como afasiólogo, tema seguramente no
indiferente en en sus conversaciones. En su trabajo sobre las afasias Freud
adelanta algunas afirmaciones que son necesarias para entender el desarrollo de
su teoría. En primer lugar afirma que todas las afasias son de conducción,
afirmación importante que contradice a Wernicke y a su conocida separación entre
afasias de comprensión y de expresión, con la de conducción como una subvariedad
de importancia menor. Freud empezó
a presentar el problema como la interrupción activa de vías de comunicación entre representaciones. Recordemos que
muy recientemente se había descubierto la neurona, y que se la suponía base de
la memoria, por una supuesta capacidad de aceptar alteraciones protoplasmáticas
permanentes de manera tal que cada concepto ocupaba una neurona, (una bezetzung,
decía Meynert). Esta teoría de la memoria estaba claramente limitada a un número
escaso de huellas mnémicas determinado por la cantidad de neuronas. En cambio al
pensar en un modelo binario, con las células nerviosas sólo en posición
"pasadera o no pasadera", el sustrato de la representación quedaba
necesariamente radicado en un diseño de conducción entre ellas, (un camino, una
huella facilitada) con lo que su capacidad fue logarítmicamente multiplicada.
Pero ya armado el modelo, es evidente que
para funcionar requiere una
sustancia conductora, un circulante. Y nos encontraremos aquí con la
teoría hipocrática del humor, representado eficazmente por la libido. Un
elemento metafórico y provisorio, circulando con la misión de hacer funcionar el
sistema en dos estados posibles de circulación y descarga, y pasible de
vicisitudes cuantitativas de acumulación o disminución. Esta última capacidad se
constituye imprescindible para entender el tema pánico.
La segunda afirmación
importante de Freud fue la existencia de afasias funcionales, es decir,
independientes de lesión anatómica alguna, (endógenas, al decir de la época, sin
organicidad). Propone como causa un "trauma", concepto sobre el que habremos de
volver enseguida. El mecanismo de estas afasias no podía ser otro que la
interrupción de la vía de conducción entre las representaciones de cosa y de
palabra, dando lugar a una imposibilidad para la expresión del suceso
traumático.
En cuanto a las
consideraciones de Freud acerca de la angustia, recordemos que su complejización
teórica debió esperar hasta "Inhibición, síntoma y angustia" para completar el
concepto de la señal de angustia que moviliza al yo provocando las defensas. En
principio, y durante mucho tiempo, mantuvo la teoría de las neurosis actuales,
que desde las publicaciones de Beard relacionaba la neurastenia con una
etiología sexual, manteniendo la hipótesis aun después de su propuesta de
separar de aquella la neurosis de angustia. Desde el desarrollo de las teorías
sobre conflicto y defensa quedaron separados los dos grupos etiológicos
fundamentales de neurosis actuales e históricas.
En realidad, es sabido que
la teoría del trauma le sirvió en principio para el modelo de las neuropsicosis
de defensa. Por lo menos hasta los desarrollos sobre sexualidad infantil, que
siguieron al desaliento expresado en su conocida carta a Fliess: "mis histéricas
me mienten". En cualquier caso, desde "La afasia" el modelo requería de la
separación entre vicisitudes de la representación y el afecto, equivalente este
último a una cantidad de energía, la libido, capaz de efectuar enlaces falsos.
Es decir, como en las parafasias neuróticas, procesos de desligadura de sus
representaciones originales para acoplarse a otras. La fobia es el ejemplo de
falso enlace mas importante para el diagnóstico diferencial con la angustia
libre de la neurosis actual
Pero en las neurosis
actuales lo peculiar consiste en la inexistencia de ese enlace original, esto las hace no analizables
porque no hay una representación correcta a la que reconducir el afecto
desviado. Este no proviene de una representación reprimida. La carga de energía
es libre, puede enlazarse con representaciones fáciles de usar, tomarlas como
pretexto. Si la excitación es económicamente muy intensa el ataque de angustia
puede ser masivo y desarrollarse en plenitud. Freud describe en tal caso un
fondo de excitabilidad difuso, sobre el que se advierte un estado de expectativa
ansiosa, la angustia libre y flotante,
que parece buscar cualquier objeto para depositarse. Y por fin, el ataque
de angustia. El sujeto puede darse o no
una representación mental a la que ligar su crisis, como por ejemplo
miedo a la muerte o a enloquecer. Pero con frecuencia los síntomas somáticos
tienen el mayor peso. Pueden manifestarse trastornos respiratorios, vasovagales,
del ritmo cardíaco, parestesias de distinto tipo, y a veces vómitos, diarreas y vértigos. En
ocasiones adquieren una equivalencia que reemplaza la angustia y esta no es
advertida como afecto.
En ocasiones Freud asoció
los síntomas del ataque de angustia con las vicisitudes fisiológicas del coito.
Su recurso teórico consistió en relacionar la descarga de afecto con una vía
vicariante, al encontrar cerrado el tránsito de descarga específico de la
sexualidad. La musculatura lisa y los aparatos fisiológicos reemplazando el
camino vedado. Pero esta afirmación habilita para descomponer los caminos
de descarga en una tercera vía, el
camino de la simbolización. La elaboración no consistirá entonces en reconducir
la conexión hacia una representación reprimida como en la fobia, sino en
reproveer al psiquismo del necesario stock de figuras simbólicas para la
creación de ligaduras.
Desde el punto de vista
metapsicológico Freud adjudicó al afecto el papel fundante de la conciencia
original, como su primer contenido, que sería seguido por las percepciones y los
pensamientos. Está constituido por una descarga, la percepción de dicha
descarga, y un tercer componente, más psicológico que económico, que denominó
matiz afectivo. Si los componentes económicos son de una exagerada intensidad,
este último encuentra serias dificultades para su desarrollo, lo que empobrece y
hasta anula la capacidad psiquica de discriminación afectiva. Según Maldavsky
(en "Pesadillas en vigilia") esta condición expresa una defensa de la pulsión de
muerte frente a Eros, a la que estudió como desestimación del afecto, que
acompaña situaciones muy arcaicas de fijación al trauma. Una concepción teórica
que explica la dinámica y economía de neurosis tóxicas y traumáticas, y que nos
permite también sostener que en el ataque de pánico se produce el retorno -de
conformación alucinatoria- de un afecto desestimado.
En "Mas allá del principio
del placer" Freud había señalado que frente a un estímulo hostil el aparato
psíquico requiere un estado de apronte angustiado, y que la ausencia de este afecto preparatorio es
generadora del estado de terror o angustia automática, cuyo recuerdo mitigado va
a constituir luego la angustia señal. Maldavsky agrega "...en las neurosis
traumáticas a menudo ocurre una degradación del afecto, que conduce de su
función en tanto señal a la forma originaria, automática, no ligada, y este es
el modo inicial de la evocación".
El puente teórico que tiende
a unir los ataques de pánico con las neurosis traumáticas y tóxicas adquiere
solidez, a pesar de la imposibilidad de verificar acontecimientos originales. En
las adicciones es un hecho que los síntomas de abstinencia son frecuentemente
similares a los de un ataque de pánico, y en muchos casos la interpretación de
la búsqueda del estado de alteración interna como un mecanismo autoanestésico
del yo, es acertada y corroborada por nuestros pacientes. Pero para concluir,
volviendo a la necesidad de realizar síntesis útiles, la psicoterapia de un
paciente que sufre ataques de pánico no excluye su alivio sintomático, sino todo
lo contrario. Debe subrayarse que medicado con eficacia y mejorado de su
sintomatología su abordaje puede ser mas profundo y se realiza con mejores
posibilidades de contar con su colaboración.