Hasta el desarrollo del psicoanálisis el modelo metodológico para
el diagnóstico fue la obtención de información mediante la observación y el
interrogatorio, clasificando los datos e investigando sus relaciones mutuas,
simultáneas o secuenciales, o con condiciones referentes antigua tarea que se
conoce como semiología médica. En el siglo XIX se instala en la medicina el
criterio de articular los datos semiológicos, primero con las alteraciones
anatómicas subyacentes, y más tarde con las alteraciones fisiopatológicas.,
dando lugar a nuevos sistemas clasificatorios, basados en la reunión
nosográfica de las entidades y el paradigma de la “lesión”. De este modo
manifestaciones clínicas distantes entre si por su apariencia o presentación
pasaron a agruparse en conjuntos desde una teoría etiológica, anatómica o
fisipatológica. Freud, que también fue formado en esta actitud médica, creó una
nosografía nueva al agrupar enfermedades de compromiso sensoriomotor como las
histerias, con enfermedades de la mente como las neurosis obsesivas. Pero el
nuevo conjunto quedó definido por su etiología de “conflicto” psíquico,
dirimido en un campo teórico extraconciente.
Freud utilizó aquí una hipótesis de términos funcionales, es
decir, la clase de modelo que
habitualmente el científico espera poder objetivar en algún momento con datos
empíricos, pero sin desconocer que probablemente su construcción está
destinada a permanecer como teórica. Con la técnica de la asociación libre, el
método interpretativo, y el despliegue de la teoría etiológica basada en la
motivación psíquica, los psicoanalistas fueron adquiriendo el mayor liderazgo
en la recopilación de información clínica, tarea que producía sus mayores
rendimientos en el curso de los tratamientos mismos.
Hasta entonces la investigación de la motivación humana no tenía
cuerpo científico, y la comprensión de la vida psíquica, fuera esta normal o
anormal, había sido encarada más profundamente por escritores que por
psiquiatra alguno. El mismo Freud: escribía en la epicrisis de Isabel de R., "... a mí mismo me causa singular
impresión el comprobar que mis historiales clínicos carecen por decirlo así, del severo sello científico y presentan más
bien un aspecto literario, pero me consuelo pensando que este resultado
depende por completo de la naturaleza del objeto y no de mis preferencias
personales. Freud se está refiriendo al “conflicto” psíquico como un nuevo
paradigma
Llegando a la época de las neurociencias, el estudio de las
alteraciones neuroquímicas en la transmisión sináptica y extrasináptica
continúa la línea de la “lesión”. En tanto los patrones de la transmisión
química no son distintos por ejemplo, en las emociones adecuadas a un duelo de
las que se presentan en una patología
depresiva, el nivel de estudio corre el
riesgo de quedar en tierra de nadie, como lo sostienen quienes pronostican en
las ciencias de la mente un materialismo eliminativo, es decir, un futuro
próximo de reducción de la psicología al lenguaje de las neurociencias. Freud
ya desde la monografía sobre la afasia venía afirmando que existían trastornos
funcionales sin lesión, de origen traumático, extendiéndose con la teoría de
las defensas, y de las pulsiones. Las preguntas del paradigma psicoanalítico
mantienen su vigencia, aun más allá de la psicopatología: ¿Un síntoma es una
equivocación química del mensajero neuronal, o mantenemos la hipótesis de
asociaciones inconscientes históricamente determinadas?..
Con el psicoanálisis se generó una escucha poco
intervencionista, basada en el despliegue espontáneo de las asociaciones. Esta
técnica, además de hacer lugar a la presentación de las formaciones
sintomáticas del inconciente, puso en marcha una notable libertad estilística
observable en los variados discursos de los distintos pacientes. Entre nosotros
debemos a David Liberman el reconocimiento de haber propuesto una clasificación
sobre estas bases.
La posibilidad de escuchar a un paciente atendiendo a más
aspectos de su discurso, por ejemplo la secuencia de sus relatos, enriquece el tema diagnóstico y amplía el
campo de objetos descriptibles, estimulando
la creatividad en la clasificación de las diversidades. El interés por
este tema se manifestó también en
técnicas que permiten evaluar resultados empíricos, y contrastarlos para un nivel de
investigación sistemática. En este sentido se pueden mencionar los trabajos
sobre narrativa de 1990 de Luborsky y
Crits-Christoph, método conocido como TCCR
(Tema Central de Conflicto en la Realación) y los de 1991 de Dahlbender et al., conocido como PCR. (Patrones
Centrales en la Relación). Ambos métodos trabajan con una secuencia de tres
alternativas, constituidas por un deseo, una respuesta al deseo, y una reacción
del sujeto a dicha respuesta.
El grupo de investigación que integramos propone investigar en
las narraciones una secuencia tipo de cinco elementos, integrada por un estado
inicial, al que le suceden tres transformaciones, y un estado final. Basado en una
idea de Maldavsky, el método propone una clasificación de siete relatos prototipo, correspondientes
a las fijaciones a la erogeneidad descriptas por Freud. Dentro de las
secuencias es posible considerar relaciones entre el narrador y aquellos que
éste define como sus protagonistas, dando lugar a posicionamientos que definen
también las defensas en juego.
Este método, que podría considerarse de un nivel macro, se
complementa en un nivel micro con el análisis de redes de palabras y
estructuras frase. Esta investigación en base a las palabras utilizadas,
requiere una clasificación previa que en este caso está realizada en el marco
de la hipótesis de Freud de lenguajes característicos de los distintos
erotismos, a partir de la teoría de las fijaciones a etapas del desarrollo
psicosexual. Una ventaja técnica de este
supuesto es que puede compararse eficazmente con la aplicación de un
programa de computación estadístico, lexicométrico, a partir de la base de datos correspondiente. Esta
predominancia estadística computacional es auxiliar y puede coincidir o no con la hegemonía lógica. Esta propuesta
sirve a los efectos de proveer de un método de investigación más, a la base empírica que los psicoanalistas
investigan habitualmente en el marco de
su tarea.